El arzobispo mendigo

La trastienda hispalense

Image
13 ene 2017 / 22:10 h - Actualizado: 14 ene 2017 / 08:49 h.
"La trastienda hispalense"

Ni en sueños, podía imaginar Don Juan Nepomuceno Spínola y Osorno, V Marqués de Spínola, que su hijo Marcelo, «cañailla» hasta la médula por haber nacido en la gaditana Isla de León conocida por San Fernando, tal día como hoy de 1835, se licenciara en Derecho, a sus 21 años, y mucho menos que después de ejercer en Huelva y en Sanlúcar de Barrameda al servicio de los pobres, cambiara la negra toga por la, también negra, sotana del Seminario hispalense donde se ordenó sacerdote en 1864.

Su bagaje cultural e intelectual, hermanado a su humildad y total entrega para los pobres, le proporcionó una vertiginosa y ascendente trayectoria eclesiástica que comenzó como capellán en la sanluqueña Iglesia de la Merced para trasladarse en 1871 a Sevilla, donde el cardenal Lastra lo nombró párroco de San Lorenzo. Menuda alegría la de don Marcelo, de ejercer su vida religiosa, cortejado por las cofradías del Gran Poder y de la Soledad hasta 1879 que fue nombrado canónigo de la Catedral de Sevilla.

Su labor de apostolado le sirvió para ser nombrado, en 1881, Obispo Auxiliar de Sevilla por el papa León XIII, el mismo pontífice que tres años más tarde le concedió la mitra del arzobispado de Coria, Cáceres, donde fundó la Congregación de Esclavas Concepcionistas del Divino Corazón, en honor de María, la primera esclava de Dios.

Obispo de Málaga en 1886, se encontró con una ciudad necesitada de un pastor de la Iglesia como don Marcelo, que fundó comedores y asilos gratuitos ayudando a mejorar la situación laboral de los obreros, sentimientos que enarboló igualmente en la ciudad de Sevilla, a la que volvió como arzobispo en 1896. Aquí inició la expansión y divulgación de la prensa católica, llamada «Buena Prensa» en Europa, fundando El Correo de Andalucía, cuyo primer número salió a la calle el 1 de febrero de 1899, con el firme propósito de que «ni un solo trabajo, ni una sola línea, ni una sola letra de las que en él se publiquen, dejen de encaminarse a la defensa de la verdad y la justicia».

En los últimos días de 1905, año de crisis y de mucha hambre, el periódico decano de la ciudad hablaba sobre la estampa de un arzobispo con la sotana raída, extendiendo su mano temblorosa a los viandantes a la par que decía: una limosnita para los pobres de solemnidad. Una actitud y un esfuerzo por la que mucha gente pudo comer a la par que don Marcelo Spínola fue apodado el «Arzobispo Mendigo».