El Cachorro, entre Triana y Utrera

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02 sep 2017 / 23:01 h - Actualizado: 02 sep 2017 / 22:30 h.
"La trastienda hispalense"

La llamada serpiente multicolor de la Vuelta Ciclista a España, pasó por Sevilla con la velocidad que septiembre, montado en la gran bicicleta de los años, sube a la montaña de la vida, entre recuerdos y noticias de ayer, de hoy y de siempre, para contarnos, una vez más, en el convento de Santa Inés, las historias de Doña María Coronel con Pedro I, llevarnos al Festival del Cante Jondo de Antonio Mairena o guiarnos por la galería que el pintor de las monjas, Alfonso Grosso, tiene repartida entre la Catedral, el Alcázar y el Museo de Bellas Artes.

Septiembre del aniversario del fallecimiento de Diego Ortiz de Zúñiga o del nacimiento del utrerano Francisco Ruiz Gijón... Grandes e inmortales como Sevilla misma. El primero, historiador y genealogista, por su obra Annales Eclesiásticos y Seculares de la muy Noble y muy Leal Ciudad de Sevilla, Metrópoli de Andalucía, de la que contiene sus más principales memorias desde el año de 1246 hasta el año de 1671. Y el segundo, escultor barroco, por ser el autor, entre grandes obras de arte, del paso del Gran Poder, del cirineo de San Isidoro, de los cuatro evangelistas de la hermandad del Museo y del Cristo de la Expiración de Triana, su obra maestra, conocido popularmente como El Cachorro.

El que en el Zurraque presiente llegar su agonía, en el Portazgo trianero de la calle Castilla, al amparo y Patrocinio de Dios... El Camino Real a Camas donde la Señá Santa Ana bailaba la zarabanda en la Cruz de Mayo de la Virgen del Rosario... Y donde cantan los gitanos las tardes de Viernes Santo que encima de un calvario costalero, al nieto de Joaquín el canastero, lo llevan clavaíto en una Cruz y encima de la Cruz hay un letrero que dice: «Soy Cachorro trianero y muero por el nombre de Jesús»... Y expira en el altar de su capilla igual que cuando pasa por Castilla, buscando el Altozano de su amor y el puente que lo lleva hasta Sevilla donde hasta la misma Giralda se arrodilla, rendida ante su Santa Expiración... Y ese Cachorro jerio que han sentenciao los judíos a morir crucificado, dice, mirando a los cielos: ¡Ay, paito, que me muero, toito está consumado!

Las aguas del río hierven rebeladas ante su calvario, donde los evangelistas del Lunes Santo, cierran los ojos cuando Cristo arquea su cuerpo ante Murillo, desgarrando su voz por la Puerta Real en el último grito de su vida.

Utrera, como siempre, en los labios del arte, sobre todo cuando el día ocho se aproxima, sobre la media luna bendita y milagrosa de Nuestra Señora de Consolación, «la del barquito en la mano».