El caso Asunta

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01 jun 2017 / 23:21 h - Actualizado: 01 jun 2017 / 23:22 h.

Hace unos años a un conocido abogado le preguntaron sobre si había muchos inocentes condenados injustamente y, pese a que esta profesión tiene como vocación la defensa, concluyó lo remoto de esa posibilidad. Ayer tuve ocasión de ver el último capítulo del caso Asunta. Una producción pretenciosa y plagada de artificios bajo el pretexto del sensacionalismo. Para atraer al espectador, se reproducen diversas declaraciones durante el juicio, llegándose a interpretar, en base a gestos, la veracidad o inveracidad de los acusados.

Y como quiera que para conseguir una condena es necesario un convencimiento, nada detiene la máquina del fango, incluso para presentar como prueba de desviaciones sexuales del padre, unas inocentes fotos de una niña que vuela haciendo ballet.

Al hilo de todo esto, y de la angustia que supone no ya ser condenado injustamente, sino la inutilidad de cualquier defensa y eso explique la posición de vencido del justiciable, me vienen a colación los esfuerzos ímprobos del poder por conseguir una justicia más sensible... tal vez conocer el porqué de la defección de Alaya y su traslado a la Audiencia y de la utilidad de determinadas querellas; el silencio sobre Horrach, excedente en una firma de abogados; o, en fin, el ascenso del juez Velasco a la inexistente –desde el punto de vista orgánico– Sala de Apelaciones de la Audiencia Nacional.

Tal vez se eche de menos un mayor esfuerzo en contar lo que el ojo no ve. Pero como amante y sufridor del Derecho, me queda, no obstante, la convicción de que existen jueces impermeables al poder. Podría mencionar a alguno de ellos. Pero seguro que invocar sus nombres lo reputarían una afrenta, porque hacer justicia es para ellos un deber anónimo.

En mi caso, me gustaría recordar a una honesta magistrada que aún se empeña en esa obligación en un Juzgado de lo Social de Sevilla, pese a las enfermedades que la han asolado y que no cesa en interrogarse sobre la vertiente humana de su vocación.

Y también, a la jueza –ahora en Instrucción– que entendió la mediación como el sistema de composición de conflictos en familia, una jurisdicción vedada a los hombres.

Jueces a los que el tiempo no ha vencido. Uno de ellos, en la Audiencia Nacional, me devolvió la fe en la lucha contra la injusticia.

A los que aun siguen brillando los ojos en la ya impersonal sala de vistas...have you ever seen the rain?