El cicerone Gómez de Celis

Sánchez se presentó sin invitación en la Feria de Abril, territorio comanche de Díaz. Una nueva guerra fría socialista en la que vuelve a respingar el viejo émulo incansable

Image
16 abr 2016 / 11:06 h - Actualizado: 16 abr 2016 / 11:18 h.
"Feria de Abril","Partidos Políticos","Política","Susana Díaz","Pedro Sánchez"
  • Gómez de Celis acompaña a Pedro Sánchez en el Real de la Feria de Abril. / El Correo
    Gómez de Celis acompaña a Pedro Sánchez en el Real de la Feria de Abril. / El Correo
  • Pedro Sánchez y Susana Díaz coincidieron el pasado miércoles en la recepción de la Cadena Ser. / Pepo Herrera
    Pedro Sánchez y Susana Díaz coincidieron el pasado miércoles en la recepción de la Cadena Ser. / Pepo Herrera

La pregunta revoloteaba en el ambiente socialista que poblaba el Real en el festivo de la feria. «¿Pero viene con él?» El miércoles de farolillos fue algo así como una eclosión del capullo de la rosa en su bastión meridional. No cabían más cargos bajo las lonas de Los Remedios. De todo rango y pelaje. Una auténtica marabunta de afines a la presidenta, Reina del Sur con sutiles volantes verde agua y heredero bien ataviado de corto. El socialismo andaluz exhibía músculo en plena Feria de Abril. Ahí estaban. Fáciles en el albero, sonrisa grapada al rostro. Presuntuosos de saberse dueños de la Alcaldía y la región socialistas más importantes de España. Casi ná.

Mira, ahí viene la presidenta

Pues antes pasó por aquí ‘el Sánchez’

¿Pedro?

El mismo. Pero iba solo y ella trae un regimiento.

Pero volvamos a la cuestión inicial. «Sí, viene con él». Pedro Sánchez agarró su americana, se escabulló de un Pleno del Congreso –al que no permitió ausentarse a los diputados sevillanos de su grupo– y se plantó en territorio comanche. En los dominios de quien aspira a destronarlo. Es de uso público que el ¿mandamás? del PSOE no había cogido el AVE de las 11 para hacerse selfies con las muchas féminas que se lo rogaron en el Real. La verdadera foto que Sánchez buscaba era la de tregua. La de un encuentro de asueto con quien más le amenaza. Maniobras de guerra fría en el escenario más caliente: una caseta repleta en la Sevilla de Díaz.

«¿Con quién va a venir si no?». Pues con un cicerone feriante. Su guía en el paralelo 36. Un sevillano que vive en Triana. Otrora delfín de Monteseirín. Señalado por muchos como sucesor natural de este. Confinado luego en el Parlamento de Andalucía. Arrinconado después en la Agencia Pública de Puertos de Andalucía. Y haciendo ahora gala del puesto otorgado: atracar en buen muelle el buque abierto en aguas de su «amigo» Sánchez. Quizás el gran público haya olvidado su nombre: Alfonso Rodríguez Gómez de Celis. Susana Díaz lo tiene grabado a fuego. Y es que Gómez de Celis es esa china que siempre se le cuela en el zapato. Desde tiempos inmemoriales. Ay de aquellas pugnas primitivas por el control de la Juventudes. Uy de esos ¿compañeros? en gobiernos socialistas de Plaza Nueva. Ay ay de esa sucesión de Alfredo.

Díaz fue la mayor responsable del golpe de timón que aupó a Espadas –esa jugada le salió fetén al partido- como candidato a la Alcaldía de Sevilla. ¿Adivinan quién acechaba el puesto? Sí. Él. Pero las hostilidades no acabaron aquí. Alfonso fue también conspirador contrario a la sucesión griñanista de Díaz, y para colmo de males, miembro destacado del equipo de Luis Planas que osó derrotar lo inexpugnable. Pero es que ahí no queda la cosa. Resulta que además de lo anterior, Alfonso es amigo –dicen que desde hace años– de Pedro Sánchez. Combo total. Esto sí que es tenerlas tiesas.

Sánchez, guiado por él, vino sin avisar. Como ya ha hecho alguna que otra vez. A buscar la susodicha foto y el brindis con manzanilla, aunque se tuvo que conformar con lo primero. Díaz, poco agradecida de tan inoportuna visita, no estaba para chin-chin. No lo recibió. Ni ella, ni su ejército de adeptos. Tanto es así, que en lugar de ser la anfitriona quien espera al huésped, fue este quien hizo tiempo apostado en la caseta de la Cadena Ser, latitud feriante del encuentro. Beso impostado, carantoñas del madrileño al retoño de la trianera y si te he visto no me acuerdo. Una hora de fariseísmo del quince y cada mochuelo a su olivo. Díaz, en paseo triunfal con su colosal séquito. Sánchez, en dirección opuesta, con Gómez de Celis y pare usted de contar.