El día de Marienbad

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05 mar 2018 / 22:26 h - Actualizado: 05 mar 2018 / 22:26 h.
"Hispalíneas"

Con el Festival de Música Antigua, uno no sabe si empezar por señalar sus semejanzas con Atrapado en el tiempo –la película que tiene como escenario el Día de la Marmota– o con El año pasado en Marienbad, la cinta de Alain Resnais en la que las escenas de la vida en un balneario se repetían hasta la extenuación. El caso es que, año tras año, se sigue dando la misma disociación entre el clima religioso-cultural de la ciudad y el evento musical. El viernes pasado, por ejemplo, como cada primer viernes de marzo, estaba en besapié Jesús Nazareno de San Antonio Abad o el Cristo de la Fundación presidía un viacrucis en la Casa de Pilatos mientras, en el Espacio Turina, daba comienzo el rosario de conciertos con dos Stabat Mater, una de Heidyn y otra de Boccherini.

En cualquier lugar del mundo y, especialmente, en cualquier lugar de Europa (¿nadie se ha fijado en ello cuando ha estado en Roma o en Viena?) se hubiera buscado la manera de unir los conciertos del festival –sobre todo los que tienen contenido sacro– con los actos que llevan a cabo las hermandades durante la Cuaresma. Es más, eso es precisamente lo que las corporaciones pasionistas hacen aquí si de lo que se trata es de ejecutar marchas procesionales o saetas. El que entre los conciertos de música antigua y el esplendor de los cultos cuaresmales haya un barranco sólo se puede achacar a la miopía cultural y a un achatamiento del espacio religioso. Un achatamiento que permanece anclado en un terreno tan tribal como el del Día de la Marmota o tan cansino como los estucos de Marienbad.