El miedo como arma

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04 jun 2017 / 20:29 h - Actualizado: 04 jun 2017 / 20:29 h.

Me cuesta pensar que en pleno siglo XXI el choque de culturas y religiones sea un asunto de tan difícil solución que lejos de favorecer el entendimiento y la pluralidad, genere un marco de relación sembrado para la intransigencia y para la pérdida de libertades. Lo que comenzó siendo una difícil relación intercultural y laboral, fruto de las migraciones de trabajadores de países musulmanes a Europa, que provocaba brotes de racismo y xenofobia de europeos, se ha tornado en un complejo problema de terrorismo cuya base estructural es un extraño ente autodenominado Estado Islámico que azota una y otra vez a Europa.

La realidad diaria aplastante de las relaciones culturales en Europa es la tolerancia y la compenetración con brotes puntuales de discrepancias como fruto de la relación entre diferentes –no me refiero al terrorismo–. Pero eso no quita para que el escenario de terrorismo creado nos genere una sensación diferente que da alas al frentismo y a la exclusión. El propio Trump en uno de sus muchos tuits en los atentados del sábado en Londres, volvía a tomar el hecho como excusa y argumento para sus políticas de exclusión total, mandando a paseo a la democracia afirmando que «los tribunales nos tienen que devolver los derechos» y reivindicando más armamento.

La nueva situación genera un pretexto para la pérdida de libertades y derechos de las poblaciones democráticas, el aumento del gasto armamentístico o la intervención geoestratégica en países con materias primas y energía. Pero da igual, el Kichi le ha puesto una medalla a la Virgen del Rosario en Cádiz. Estamos salvados.