El milagro del Cancanilla

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
28 abr 2016 / 21:03 h - Actualizado: 28 abr 2016 / 21:08 h.
"La Tostá","El Rocío 2016"
  • El milagro del Cancanilla

El pasado año fui al Rocío por primera vez y he de reconocer que me gustó más la entrada que la salida. Estuve veinticuatro horas encerrado en la casa de Juan Badía, el de los jamones con sabor a fandangos, disfrutando del cante de Herminia Borja, Mari Peña y Cancanilla, y del toque de Antonio Moya. Una fiesta flamenca en privado, entre amigos, es una experiencia que todo el mundo debería de vivir alguna vez. Al amanecer, sin dormir, salí a la calle y vi cosas que no me gustaron, que hirieron mi sensibilidad. Cuando llegué al aparcamiento el coche tenía dos cuartas de polvo y me hicieron el control de alcoholemia nada más salir de la aldea. Le advertí al guardia que había estado toda la noche bebiendo y zampando, y, curiosamente, no di positivo. Ya en la carretera, el sueño me rendía y paré a dar una cabezada a la altura de Huévar. Cuando me desperté, con polvo hasta en los dientes, descubrí que aún estaba en la casa de Badía tumbado en una litera y escuchando roncar por soleá al Cancanilla, pero a compás. Aún no sé si fue un viaje astral, una tajá del quince o un milagro.