Se dice en el argot bursátil que «el precio de una acción viene fijado por lo que otro quiere pagar por ella». En los mercados, las cotizaciones fluctúan todos los días y ello es debido a la existencia de dos fuerzas contrapuestas que ejercen una presión constante sobre las mismas; a saber, la fuerza de la oferta y la de la demanda.
Cuando nos referimos al concepto de oferta estamos hablando del grueso de personas que acuden a los mercados bursátiles a vender sus títulos. Por el contrario, el concepto demanda engloba a todos aquellos inversores que acuden al mercado con la intención de adquirir los títulos negociados en el mismo.
De esta forma, cuando existen más compradores que vendedores, los precios de los títulos negociados en el mercado tienden al alza, y por el contrario cuando la cantidad de vendedores supera a los compradores, el precio de las acciones tienden a la baja.
Habría que buscar a continuación las causas que ocasionan la existencia de variaciones de la oferta y la demanda, y en primer lugar se podría decir sin temor a equivocarnos que son las emociones humanas las que mueven los precios de las acciones. De esta manera, los mercados bursátiles son interaccionados por seres humanos y las emociones son algo consustancial a todos nosotros. Tendríamos que resaltar que dos son las principales emociones que asaltan a los inversores cuando interactúan en los mercados de capitales en los cruciales momentos de toma de decisiones, a saber, el miedo y la avaricia.
La avaricia puede llevar al inversor a entrar en el mercado comprando títulos en busca de un futuro lleno de beneficios. En este momento inversor la demanda superará a la oferta, hará subir los precios e incluso eclipsará la razón de algunos inversores que, cegados por las ganancias, intentarán obtener el máximo beneficio sin ser conscientes que el mercado, tarde o temprano, tenderá a corregir los excesos.