Entre los meses de Septiembre y Octubre habrá Sentencia. ¿Qué pasará?. No tenemos una bola de cristal. Pero parece claro que, sea cual fuere el sentido de esa sentencia, habrá consecuencias. Pese a que la materia es sumamente técnica y muy compleja, creemos no equivocarnos si aventuramos que la sentencia será muy discutida. Dos de los delitos imputados requieren determinados grados de violencia, y la rebelión, además, exige que la misma sea idónea para el fin perseguido, esto es, más intensa y de un grado mayor que la sedición. Todo ello ha de haberse probado en el juicio oral que ya concluyó. Y la carga de la prueba recayó, en su momento, en los acusadores. Ahora, los jueces deberán valorarla a efectos de llegar a formarse, cada uno de ellos, una libre y personal convicción que le lleve a adoptar su meditada decisión. En todo caso, nos atrevemos a opinar que la sentencia será condenatoria, sin entrar en los tipos delictuales en que se base la condena.
¿Y después? Pudiera ocurrir que el debate que surja, provoque una reforma del Código Penal para plasmar una mejor tipificación e incluso una posible reducción de las penas, reforma que, por imperativo legal, se aplicaría retroactivamente a los condenados si les fuese beneficiosa. Pensamos, sin embargo, que el indulto estará excluido por la trascendencia política y jurídica que conllevaría. Lo cierto es que la sentencia, si, como parece, sale en Septiembre, nos encontrará con un Gobierno en funciones y en posible periodo preelectoral. Situación muy preocupante. Todas las incógnitas están abiertas. Una vez más, estaremos afrontando los españoles “el periódico conflicto catalán” del que, en su día, habló Ortega y Gasset.
Como todos los años, vacacionamos hasta Octubre. Quizá para esas fechas se haya aclarado algo el panorama. O no.