Max Aub, un escritor injustamente olvidado de la Generación del 27, que apenas tuvo patria, pero sí cuatro nacionalidades, entre ellas la española, escribió una tragedia en 1943, aquel año fatal en que Hitler rozaba su sueño, sobre 600 judíos en un barco a la deriva por el Mediterráneo de 1938, camino de Oriente, sin que ningún puerto europeo los dejara desembarcar. El barco, como la obra de teatro, se llamaba San Juan y en él podría haber muerto, como todos sus personajes, el propio judío Max Aub, que sin embargo dio el salto a México para escribir allí la mayor parte de su interesante obra en todos los géneros. Aquella obra de teatro sobre una ficción tan verosímil de hace 80 años simbolizó la deshumanización a la que se abocaba Europa y el mundo no solo por la II Guerra Mundial.
Estos días, el deambular de otro barco con 600 subsaharianos a bordo en las costas de Italia mientras el fascismo nos recuerda con tanta recurrencia el mito del ave Fénix, me ha hecho acordarme de ese título de Aub que los chicos de hoy recuerdan como papagayos tal vez para aprobar selectividad, sin que ni a ellos ni mucho menos al sistema se les pase por la cabeza leer esa obra que no habla de aquella época, que es la coletilla preferida del estudiante medio, sino del telediario de ayer.
El padre de Max Aub, de origen alemán, sobrevivió una época en Sevilla vendiéndoles bisutería fina a los señoritos, justo antes de que naciera su hijo en París, fruto de su relación con una francesa de la alta burguesía. De modo que Max Aub, que se afilió al PSOE y fue perseguido por comunista después de ser uno de los diplomáticos encargados de gestionar la compra del Guernica de Picasso para la Exposición Internacional de París de 1937, no sospechó hasta qué punto tanto el cuadro del malagueño como su obra teatral iban a ser tan proféticas del siglo siguiente, este nuestro en el que la literatura sin leer se convierte en atroz telediario.