¿Sólo me separan 14 kilómetros del paraíso? Eso deben de preguntarse todas las mujeres y hombres que cada día llegan a nuestras costas jugándose la vida. O que cruzan el continente de punta a punta para llegar a la tierra prometida, que idealizan gracias al poder de la televisión y en la que sueñan asentarse algún día, para salir una vez y por todas de la pobreza y la violencia. Triste admitir que lo que perciben en los medios, poco se parece a lo que encontrarán cuando lleguen aquí. Porque ese mundo de comodidades, buena vida y seguridad, es sólo para los hijos e hijas del colonialismo. Descendientes y algún que otro infiltrado, de los que estuvieron listos a la hora de repartirse el mundo y a golpe de escuadra y cartabón dividieron La Tierra y levantaron fronteras para legitimar guerras y desigualdades. El patriarcado y el capitalismo se han unido para después de la era colonial, seguir explotando los recursos naturales y humanos, en beneficio de una minoría que vive con todos los privilegios a costa de una mayoría subyugada y explotada a la que exprimen sin piedad, sin límite. Y ellas, las mujeres, como siempre en esta lucha de poder, asumen la peor parte. Vulnerables y violables. Ellas que salen en estampidas con sus criaturas en brazos huyendo de los horrores de la guerra, en busca de asilo político. Seguro, las conocéis. Para estas cosas los medios de comunicación carecen de pudor y ética y pasean sus drama en todo los informativos nacionales, sin ningún tipo de apego emocional a una situación más que dramática. Seguramente, a las que secuestran las mafias por el camino, desaparecen, violan o prostituyen, las que no llegan a la tierra prometida, de esas sabrán ustedes menos. Y es normal porque apenas reciben cobertura informativa.
A veces me avergüenzo de la clase política y de los sustentadores de este patriarcado que acaba pudriendo todo lo que toca. En unos meses, las temporeras de la fresa llegarán a Andalucía para inundar los campos de sangre marroquí, de hermanas que vienen a trabajar para una familia entera, que se queda al otro lado del Estrecho, esperando que esta avanzadilla laboral, sea la primera de muchas. Todos los años los casos de explotación y abusos sexuales a temporeras marroquíes se producen con la misma impunidad que el anterior. Los sindicatos hacen como que la cosa no va con ellos y la sociedad mira para otro lado. Porque ¿de quién están hablado? Ah si, de mujeres, pobres, inmigrantes y musulmanas. Cuestión menor ésta. Demasiado temas que tratar de mayor interés en los medios que estas cuestiones banales. La ola de calor, las recomendaciones para no deshidratarnos, las huelgas en los aeropuertos... un sinfín de temas que se incluyen de forma estúpida en la agenda setiting, para el adormecimiento de la masa. Y ahí estamos las feministas otra vez, que nos tiene el termostato subido con tanto berrinche. La ola de calor este verano, nos va a parecer brisa marinera.
Justo ayer, la Comisión estatal de Migración y Antirracismo de la Huelga Feminista junto con diversos colectivos feministas y antirracistas de Granada, convocaron una manifestación en Motril. En ella llamaron a la Huelga Permanente de Fronteras ante las violaciones diarias de derechos que se producen en nuestra Frontera Sur y con especial impacto en las mujeres que migran. Sí, busquen, busquen, porque me juego la cabeza que hoy este acto no pasa ni por anécdota en la prensa del día.
Esta marcha ha pretendido visibilizar lo que se no ve, crear espíritu critico y movilizar a la masa ante las injusticias sociales, el machismo, la intolerancia y el racismo. Tal y como subrayan desde las organizaciones que han convocado, a esta acción se ha añadido una huelga, que este año ha querido incidir en que el feminismo será antirracista o no será. Las feministas de Tarifa y los grupos de apoyo, también salieron a la calle ayer para solicitar el cierre del CIE. Ya denunciado en decenas de ocasiones por distintas organizaciones por sus pésimas condiciones.
Como país de acogida tenemos la obligación de vestir de derechos a estas mujeres y detectar las injusticias antes de que se produzcan. Como feministas no nos cansamos de gritar por ellas, para darles la voz y el empuje que necesitan. Pero os queremos unidos a todos, a la sociedad en bloque, apostado por la igualdad y el respeto a los derechos humanos. La violencia propia de la cultura machista, como garantizadora del mantenimiento del orden social establecido, se expande en múltiples y diversas formas y las mujeres las sufren doblemente como mujer migrante. El racismo se instala y se enraíza creando sociedades deshumanizadas, que conciben el mundo desde el odio al diferente, que levantan muros y cierran puertas. Que inventan guetos donde escupir su intolerancia.
España, no es menos y precisamente ahora más que nunca, debemos de estar atentas a estos conatos de xenofobia y antifeminismo que se van a ir produciendo. Los ataques a la libertad sexual y salud reproductiva de las inmigrantes, la desprotección de sus derechos políticos, culturales, sociales... la vulnerabilidad extrema a la que se exponen ante la violencia institucional, es el pan de cada día.
Informarlas de sus derechos cuando pisan suelo español y mirar hacia otro lado cuando son vulnerados, es el mayor ejercicio de cinismo que conozco. Me asquea la idea de pensar que nos estamos haciendo cada vez más insensibles a estas injusticias. ¿Qué clase de mundo está construyendo el patriarcado? ¿de verdad que en esta mierda queréis seguir nadando? Yo no. Sería fácil regalar el espacio que me toca ocupar en el universo y abandonar el barco, pero no me enseñaron a agachar la cabeza. Así mismo lo ven todas aquellas mujeres que cada día piensan que este mundo es lo suficientemente valioso, para seguir luchando por él.