Palacio pidió la palangana del barco de la Calzada y se lavó las manos de un entuerto que deben resolver por sí mismo los capillitas. Los de sotana dejaron la patata caliente al Consejo de Cofradías, pero también a sus nuevos estatutos. En el Ayuntamiento, ya lo saben, han pedido soluciones globales en vez de apaños puntuales para alumbrar, si fuera necesario, las claves de la nueva Semana Santa. En las estancias nobles de la Casa Grande siguen dándole vueltas al asunto de la Madrugada. No deja de ser la preocupación principal, el definitivo emblema de una fiesta que corre peligro de vencer sus propias esencias. En esa tesitura, la incomodidad del Consejo es palpable. Las interpretaciones de los estatutos y la necesidad de tomar una decisión aprietan a los hombres del traje gris que siguen mirando por las esquinas de San Gregorio en busca de esas vías de agua que airean los cabildeos. El asunto del Martes Santo ha terminado de poner a prueba la maquinaria reglamentista del primer organismo cofrade. Dicen que hoy habrá fumata blanca y se pondrá fin al asunto. Hay argumentos válidos a favor y en contra de la solución propuesta por los hermanos mayores de la jornada pero ha quedado claro que la Semana Santa está obligada a experimentar ciertas modificaciones para perpetuar su verdadero sentido. Eso sí, no conviene dar un paso en falso. Lo que se decida hoy será un claro precedente para futuras experiencias.