La Pasión

Golpes y porrazos

Me pide el corazón ponerme a las órdenes de Manolo y Carlos Villanueva. Siento la necesidad como cofrade –y seguramente como costalero- de fajarme con decisión para defender a dos grandes del martillo. Me duele que me manden vídeos de golpes. Para mí es noticia que los Villanueva lleven tantos años haciendo cosas de manera sobresaliente

08 abr 2016 / 22:45 h - Actualizado: 08 abr 2016 / 23:19 h.
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No va usted a decir nada de los porrazos que han pegado los Villanueva esta Semana Santa? ¿Nada de las puertas, los bolardos, los golpes? ¡Si están todos los vídeos circulando por las redes sociales y lo comenta toda Sevilla! ¿Usted no tiene ojos en la cara, de verdad que no comentará que los Villanueva han rozado algunos pasos en maniobras que parecían sencillas este año?

Pues sí. Voy a hablar de los porrazos y de los golpes. Y de las maniobras y del mando. De los millones de porrazos y golpes que han dado los martillos mandados por Manuel y Carlos Villanueva para ordenar chicotás perfectas, medidas, sevillanas y bien hechas. Los miles de golpes de llamador que han dado para pasear por nuestras calles las devociones que le dan sentido a los latidos de nuestros corazones. Voy a hablar de la vergüenza que me asalta cuando compruebo que se le falta el respeto a dos capataces –por hablar de Manolo y de Carlos, que son los que mandan- que llevan desde los años sesenta contándole a la ciudad más hermosa del mundo cómo se ponen los hombres delante de los pasos.

No me parece justo que usted me pida que yo hable de los porrazos si no me ha pedido antes que le recuerde cuántas vueltas, cuántas chicotás, cuántas levantás, cuántos recorridos se han hecho sin problemas, y cuántas dificultades han salvado Manolo y Carlos Villanueva en decenas de calles que ni usted ni yo nos hemos enterado. Y así todos los años. No es de recibo que usted no me pida primero que le cuente al mundo que Manolo y Carlos han sacado adelante mucho trabajo y muy bien hecho con sus hombres. Desde que el padre de estos dos capataces extraordinarios trabajara con El Francés, ellos han ido bebiendo la miel de un oficio que se reforzó con Vicente Pérez Caro y que cogió el paladar definitivo en unos difíciles inicios con aquellos hombres que se ganaban un jornal metiéndose como costaleros debajo de las trabajaderas de nuestros pasos. Manolo, que es el actual decano de los capataces de Sevilla y su hermano Carlos han mamado esta pasión. Conocen el trabajo como nadie, lo saben hacer mejor que nadie. Lo hacen de hecho con una garantía que pocos mortales pueden ofrecer. Este año, de pitón a rabo, de mármol a mármol, otra corrida en sus espaldas. ¡Y me va a pedir usted que enseñe en la televisión los porrazos que dieron sus pasos! Haga el favor. Pídame esas chicotás perfectas, esos mandos y esas palabras, las órdenes y las medidas. Pídame las miradas y los dedos indicando el camino. Esos discretos movimientos a tiempo, esa magia. Ese sello que sólo tienen los Villanueva.

Hoy me pide el corazón ponerme a las órdenes de Manolo y de Carlos. Y de sus hijos. Hoy siento la necesidad como cofrade sevillano –y seguramente como costalero– de fajarme con decisión para apretar los dientes y coger todos los kilos que puedan aliviar el trabajo de dos hombres que han vuelto a ganarse este año el prestigio de las hermandades como responsables de las cuadrillas de numerosas corporaciones.

Aquí estoy yo para fijar como pueda a los mejores zancos que la cuadrilla de capataces le ha dado a mi tierra. Si hiciera falta me abro el cuello por ellos. Yo sé que no me equivoco.

Me ha dolido que me manden vídeos de golpes y porrazos. Y más todavía que algún cofrade me pida que yo analice esos vídeos en la televisión. No estoy dispuesto. No es justo. Ni tampoco es noticia. Lo que sí es noticia es que Manolo y Carlos Villanueva lleven tantos años haciendo las cosas de manera sobresaliente. Lo que siento es que nunca en mi vida como costalero coincidiera que me llamaran ni Manolo ni Carlos debajo de un paso. Me moriré con esa pena. Pero moriré defendiendo a dos de los más grandes capataces que puede tener y tendrá Sevilla.