Hinojosa y el pelotón

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Álvaro Romero @aromerobernal1
21 ago 2017 / 20:31 h - Actualizado: 21 ago 2017 / 20:31 h.
"Viéndolas venir"

Tal día como hoy del terrible año de 1936, el poeta malagueño José María Hinojosa cayó frente a un improvisado pelotón de fusilamiento, contra la tapia del cementerio de su ciudad, cuatro días después que García Lorca. Al desplomarse con la cara llena de plomo, tenía la misma edad que Miguel Hernández al pudrirse en su última cárcel. Pero Hinojosa era de derechas. O se hizo. O lo hicieron. Porque Hinojosa, pese a proceder –como tantos otros de la Generación del 27– de una familia tradicional y rica, soñó con un mundo distinto, y hasta tuvo el mérito de adelantarnos el Surrealismo cuando sus compañeros no habían reaccionado aún al manifiesto de Breton. Pero viajó a Rusia, y la deriva de aquella revolución estalinista llamada a cambiar la historia, lo hizo dudar –la mayor grandeza de todo ser humano–, y aquella duda existencial por la que cambió los versos por las arengas políticas lo sentenció a muerte sin que él lo sospechara.

«Herido siempre, desangrado a veces / y ocultando mi sangre sin riberas / llevo mis pasos presos entre nieblas / y mis miradas van sobre cipreses», había escrito en Orillas de la Luz, el poemario que publicó en 1928, el mismo año que Federico mostró al mundo su Romancero gitano. Fueron compañeros y amigos en la Residencia de Estudiantes, con Emilio Prados, Alberti, Gerardo Diego y tantos otros, pero cuando el granadino volvía de Nueva York transmutado por una crisis de identidad, el malagueño abandonó la literatura para agarrarse a la vida con todas las letras que la política le ofreció en aquellos años tan convulsos.

Al autor de libros tan bellos como La Rosa de los Vientos o La sangre en libertad también lo sacaron de su casa a empujones, y lo fusilaron por fascista, o eso fue lo que argumentaron los republicanos que se tomaron la justicia por su mano. Qué paradoja. Tras tantos años de silencio, el único consuelo es que hayamos aprendido algo de aquellos años inciviles. Pero yo tengo mis dudas.