Horarios mal conciliados con el verano

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
13 jul 2017 / 23:17 h - Actualizado: 13 jul 2017 / 23:19 h.
"Pasa la vida"

Con la venia, quiero airearles la cabeza y refrescarles los esquemas. Sobre todo si me están leyendo en municipios donde las temperaturas veraniegas imponen su ley al menos durante cuatro meses, desde principios de junio y hasta finales de septiembre. Cuando acontecen las fortísimas rachas de varios días a más de 40 grados, el calor es la madre de todas las conversaciones, el desahogo de todas las quejas... Solo como brindis al sol. Y así pasa la vida, con los sudores de la época del botijo y con los sofocos de la era del cambio climático, sin que ni antes ni ahora se afronte la reforma de los horarios (laborales, lectivos, ventanillas oficiales,...) para conciliarlos de junio a septiembre en función de adaptarse a los momentos de temperatura menos severa. Tan sempiterno como ilógico es el sostenella y no enmendalla del rígido horario de 9:00 a 14:00 para la atención al ciudadano en dependencias municipales, autonómicas o estatales. Con un amanecer tan tempranero, en ciudades como Sevilla sería mucho mejor hacerlo de 8:00 a 13:00. Más suave, más sano, más ecológico, más barato.

Las mismas instituciones que propagan continuamente en sus discursos los parámetros de la sostenibilidad y del impacto medioambiental, y, por otro lado, también alertan sobre el riesgo de los golpes de calor que pueden sufrir obreros en el tajo a 50 grados, ancianos por la calle a 40 grados y niños en aulas a 30 grados, no predican con el ejemplo de modificar los horarios de sus ámbitos administrativos o de competencia normativa, que inciden en el mayor o menor calor que va a soportar quien se mueve por la vía pública, ya sea para volver del colegio, para esperar el autobús tras un trámite en una sede de la Seguridad Social, para salir andando de la Oficina de Extranjería o para meterse en un coche estacionado a pleno sol tras intentar resolver problemas en la Delegación Provincial de Educación.

En nuestra sociedad hay tal inmovilismo con los horarios que, en lo tocante a los cuatro meses de altos promedios de temperatura durante las 24 horas en regiones como Andalucía (todo un hecho diferencial), el escaso espíritu reformista se topa además con la inercia de costumbres poco racionales (como los comercios que en julio abren por la tarde a las 17:00) y con un clima político tan escasamente predispuesto al pacto que solo aceptaría un cambio de este tipo si nos lo impone desde fuera la Comisión Europea.

Si en el Norte de Europa vivieran cuatro meses con mínimas nocturnas de 20 o más grados, y máximas diurnas de 30 o más grados, la articulación del funcionamiento de sus municipios se organizaría en función de ese factor tan influyente. Mientras escribía este artículo, Sevilla estaba a 42 grados a la sombra. Miré en las webs oficiales de ciudades como Tampere (Finlandia), Aarhus (Dinamarca) y Hamburgo (Alemania) para ver los actuales horarios de atención en todo tipo de servicios públicos. La máxima registrada ayer en ellas fue de 14, 17 y 18 grados, respectivamente, en jornada soleada con escasas nubes, según las agencias meteorológicas. Y sus organismos oficiales tienen un modelo de horarios mucho más flexible, en función de las características del servicio público que prestan y a qué tipo de población atienden. Los hay que abren la ‘ventanilla’ a las 8:00, otros a las 9:00, otros a las 10:00. Y, según el día de la semana, reciben hasta las 15:00, o las 16:00, o las 17:00, o solo hasta las 12:00. Es decir, se adaptan a otras conveniencias porque no están sometidos en verano a la prioridad de eludir el calvario de un calor severo y constante.

Confío en que la Organización Mundial de la Salud valide los beneficios que reporta la combinación de madrugar, dormir la siesta y depender menos horas del aire acondicionado. Pura dieta mediterránea de quienes mejor supieron sombrear la vida cotidiana.