Ayer comenzaron los actos en Jerez para conmemorar por todo lo alto los cincuenta años de la Fiesta de la Bulería. Ahí es nada, medio siglo de compás, arte y sentimiento, en una tierra sin la que no podríamos entender el flamenco de allí y el de medio mundo. A Sevilla, por ejemplo, llegaron los artistas jerezanos a mediados del siglo XIX y muchos se quedaron aquí. Quien no haya vivido nunca el ambiente de la Fiesta de la Bulería, la exaltación de la pureza jonda y el compás, no podría entender jamás lo que Jerez significa para el flamenco. Más o menos lo que significó Triana, que hoy vive del recuerdo, aunque ahí está su historia. Por cierto, aún por escribirse. Alguien dijo que la vida no se podría entender sin el compás, y en Jerez lo tienen hasta los municipales. La bulería es el himno de los gitanos jerezanos, los de Santiago y La Plazuela, y la Fiesta de la Bulería es la explosión de esa manera de cuadrar el compás que tuvieron Terremoto, La Paquera, Moraíto o El Torta. El sábado, en la clausura de los actos, me espera una gran noche en El Alcázar. Falta me hace esa vitamina que invita a bailar.