Se está agotando este 2016 que tantas cosas nos ha dejado en la memoria y era importante poner en valor el arte de nuestros días. Hay quien se juega la vida en un cartel de Semana Santa, de Glorias o de Fiestas Mayores para demostrar que ser artista es una forma de vivir y, sobre todo, de sentir, que es más difícil. En realidad, el arte con el que nos codeamos es realmente esperanzador y por estar tan cerca, nos olvidamos, que hay que cuidarlo y tenerlo entre algodones. Ese arte tiene la dichosa manía que todos tenemos, la de comer todos los días, la de vestirse, la de salir y disfrutar... nada nuevo bajo el sol. El arte del que les hablo, representa a cada una de las ciudades y se ve en la designación de Consejos de Hermandades, de Ayuntamientos, de instituciones privadas que apuestan por un arte joven que tiene tintes de madurez inaudita. Y ese arte, tiene nombre. Raúl Berzosa, Rafael Laureano, Miguel Ángel González, Antonio Díaz Arnido, Jonathan Sánchez, José Naranjo Ferrari, Jesús Zurita, Francisco Naranjo o José Antonio Jiménez son algunas de las referencias que actualmente copan ese olimpo de los óleos, pasteles, acuarelas o carboncillos que nos hacen disfrutar y soñar.
Detrás de esos nombres, hay personas que gastan sus ahorros en estudiar y en visitar lugares que inspiren su creatividad y les haga crear algo nuevo. Ese sabor que atraiga incesantemente a todos los que vean sus obras, a un mundo inherente a la realidad que viven. Mucho trabajo y muchos días luchando para alcanzar el objetivo marcado, el de emocionar. El arte debe de emocionar, de no dejar indiferente a nadie. Porque ahí radica el éxito, si provoca un estado de opinión, el objetivo se ha conseguido. Impactar, colorear las mentes obtusas, en cierto modo, debe alarmar a los amantes del blanco y del negro. Conocidos por una prensa que apuesta por ellos, como símbolo de renovación y de vanguardia. Una labor con nombre y apellidos, como es Fran López de Paz, que a través de diferentes iniciativas, siempre ha tenido un lugar para el arte en publicaciones digitales e impresas.
Queda claro, que sobran palabras y faltan manos. Que hay que mirar más y hablar menos. Mirando y comprendiendo, podremos hablar. Tengo la certeza que muchos de estos artistas van muchos años por delante de nuestro tiempo. Tendremos que esperar a que este tiempo les de su sitio, aunque algunos lo hayan conseguido ya. Mientras tanto, nos queda encontrar en cada uno de sus trazos una forma de existir, una forma de vida. El motivo por el que están en este mundo. Gracias por tanto