No hace falta ver o leer las noticas en los medios de comunicación, basta asistir a cualquier partido del deporte que quieras, con menores de edad, para ver –desgraciadamente– una situación violenta, fea, grotesca e innecesaria, y ello no es otra cosa que ver a los adultos –casi siempre los padres– discutiendo acaloradamente, insultándose y en muchas ocasiones llegando a las manos, peleándose. La peor pelea del mundo.
Ello es así por varios motivos, el primero, porque –aplicación directa del sentido común- una pelea nunca es buena, jamás aporta, otro, porque transmites ante todos una forma de solucionar las cosas impropia de personas maduras. Y un tercer motivo –mucho más relevante– es que lo haces delante de menores, ante tu hijo, con las profundas secuelas que ello le puede dejar al menor, y la forma de educar que (inconscientemente) estás transmitiendo.
Por todos esos motivos, y muchos más que tiene el lector en mente, es por lo que estamos ante la peor pelea del mundo...
Etienne de la Vigee decía que «El amor propio injuriado nunca perdona», y mucho me temo que si además ese amor propio dañado es el de un menor, y si para colmo el amor propio injuriado del menor es producido por su propio padre, el perdón no sólo no se produce en su plenitud sino que igual no sucede jamás.
Ha llegado el momento de que la autoridad competente -Consejo Superior de Deportes- actúe. No podemos hablar de estos temas cuando toque, que es cuando volvamos a ver imágenes vergonzosas como la de estos días. La acción debe de ser constante y permanente en todos los lugares ante todos los menores.
Mientras tanto, ¡sé feliz! ~