La Tierra de María Santísima

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30 sep 2017 / 22:56 h - Actualizado: 30 sep 2017 / 22:56 h.
"La trastienda hispalense"

Comienzan a caer las hojas con la parsimonia y suavidad que Sevilla tiene para cambiar las mangas cortas por largas, desde que el calor del membrillo se suaviza y pierde su fuerza desnuda ante el otoño hispalense, que octubre rubrica, entre Borja y Asís, con la celebración de sus respectivas onomásticas... San Francisco de antiguo convento de Plaza Nueva, representado por San Onofre, San Buenaventura y el arquillo del Ayuntamiento, los tres pilares históricos de su recuerdo.

Octubre de grandes efemérides como Lepanto y la Hispanidad... Octubre de oraciones para Santa Teresa de Jesús y San Judas Tadeo... Octubre de artistas en la gloria como Bernarda de Utrera y Jesús de la Rosa... Bulerías de Santiago con poemas de los Montoyas y Rumores de Triana en el lago de las mariposas... Cada noche, mi vida es para ti, papel blanco que mancho con declaraciones continuas de amor para esta tierra de rosarios de advocaciones, rosarios de procesiones, rosarios de tradiciones y de Virgen del Rosario, en Triana y Dos de Mayo, los Humeros y Encarnación, en San Jerónimo y Santa María la Blanca, en San Julián y San Gil, mientras San Pedro viste de gala a la Virgen del Pilar, ya hablaremos de ella, y San Martín procesiona con su Esperanza Divina Enfermera, una de mis debilidades a la que, como dijera su gran devoto, Ortiz de Zúñiga, siempre le ofrezco mis clamores que remato con la sentencia del gran historiador: «Nunca me apartaré de ti y te pondré seguro a la entrada de tu patria».

María que abrazas al Niño que llaman las parturientas, el que en tu lugar, camina llevando tu Providencia, con esa sabiduría de un libro abierto en tus manos, con poemas de Cervantes y leyendas de Morgado... Poemas y leyendas con la Historia de Sevilla y sus viejos hospitales, tú, protectora de enfermos, rodeada de corrales, Esperanza que enamoras y libras, todos los males, desde que el Rey San Fernando, por tu bella Expectación, te dio la Corona y Cetro, puso en tu cabeza, el Sol, y a tus pies, la media luna con el ancla de la «O» y 20 puntas de plata con serafines de amor.

¿En qué lugar del mundo puede haber tanta entrega de un pueblo a la voluntad de Dios? ¿En qué lugar de la tierra le profesan tanto culto y penitencia al Sumo Poder y a la redención ejemplar del Hijo de Dios? ¿En qué rincón del planeta, se le canta y se le reza, se le baila y piropea, se le grita y se venera, y con marchas se pasea a la Madre del Señor?

Por supuesto que el cristianismo católico y apostólico es universal, y puede haber confusiones para el foráneo que llega y ve que la seguidilla hace oración, la saeta, y que coplas y tonadas, plegarias y sevillanas que se jalean y se bailan, van dedicadas a la Pasión de Cristo y su Madre María, la que bajo palio o tumbilla, sacramental o de gloria, ha tenido la fortuna, porque así lo quiso Dios, de que Sevilla tomara su nombre para apellidarse como «Tierra de María Santísima».