La vida del revés

Las 3000 viviendas y lo que se dice

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14 feb 2019 / 11:36 h - Actualizado: 14 feb 2019 / 13:02 h.
"La vida del revés"
  • Las 3000 viviendas y lo que se dice

Actualmente, lo más prudente parece que es cogérsela con papel de fumar antes de abrir la boca. Es imposible parecer políticamente correcto si no lo haces. Hay que tener un cuidado extremo al contar un chiste. También, al hablar de las mujeres, de los gitanos o de los miembros del colectivo LGTB. Todo lo que digas puede ser que te cueste el calificativo de fascista o facha (parece que es lo mismo aunque el matiz reside en que eres fascista para que lo sepan en Europa y eres facha en casa, in Spain). Hemos llegado al extremo de escuchar (atónitos) cómo algunos dicen nosotres (sí, con e; crean lo que digo) en lugar de nosotros o nosotras para que el lenguaje sea inclusivo. Sin embargo, decir nosotres no convierte el lenguaje en una herramienta inclusiva sino en una herramienta estropeada, en una ridiculez superlativa; sin embargo no poder hacer un chiste sobre lo que sea que nos parezca motivo de ello nos convierte en una sociedad mucho más intolerante. Me temo que, en realidad, seguimos arrastrando complejos, diferencias sociales que no sabemos cómo demoler, un provincianismo obtuso y una intención de aparentar lo que no somos que produce sonrojo. Por otra parte, el miedo a que seas insultado en las redes sociales por un grupo de bobos es atroz. Nos condiciona lo que somos, no lo aceptamos como propio, nos gana la partida una actitud lamentable de los que alzan la voz en el único sitio en el que se les puede escuchar (porque es en el único sitio en el que puede hablar cualquier tarado).

Todo lo que se dice se puede convertir en un arma arrojadiza que se vuelva contra ti. Incluso las evidencias o los usos normales y tradicionales se pueden transformar en algo peligroso para el que lo utiliza.

Viajo con mucha frecuencia a Sevilla. Entre pitos y flautas, después de tantos días allí, creo que conozco una inmensa parte de la ciudad. Entre unos y otros me han ido enseñando Sevilla; unas veces para comer bien, otras para hacerlo en el bar de un amigo, para ver una iglesia preciosa o para conocer el barrio en el que mi acompañante se crio. Me han enseñado la ciudad casi entera. Casi. Sevilla es maravillosa aunque una pequeña zona de la ciudad no lo debe ser tanto. Ese barrio es peligroso, nos lo podemos ahorrar, me han dicho alguna vez y ha servido de razón para no pisarlo.

En Madrid, Vallecas fue un barrio conflictivo en su momento. Las drogas, sobre todo, convirtieron un barrio obrero en un desfile de peligros. Ha vuelto a ser un lugar acogedor, pero hubo un tiempo en que nadie pensaba en ir por allí a dar un paseíto. Actualmente, el que viaja a Barcelona y pasea por el Raval agarra con fuerza su cartera y procura no pisar por allí por la noche... En todas las ciudades de España, desgraciadamente, existen barrios con problemas serios. Esa es la realidad y es mejor asumirla.

Yo no he pisado jamás lo que se conoce como las 3000 viviendas porque, entre otras cosas, nadie me ha querido llevar por allí. Ganas, lo que se dice ganas, no he tenido tampoco después de lo que he escuchado. Sin embargo, una diputada le dice a la ministra de Hacienda, María José Montero, que el Congreso de los Diputados no es un barrio con problemas y se lía la mundial. Hipocresía pura por parte de los que critican algo que ellos mismos han dicho medio millón de veces.

Estamos entrando en una dinámica absurda en la que todo se convierte, por arte de magia, en espantoso, insultante y motivo de fusilamiento (perdón, es una imagen, no me refiero a que tengan que matar a nadie o a que alguien lo quiera hacer cada cinco minutos). Y yo creo que hacer un chiste sobre un torero, un astronauta, el ministro de Interior o sobre usted mismo, es muy saludable. Creo yo que asumir la realidad es práctico y necesario. No asumir lo que tenemos alrededor si es peligroso y tóxico. Y no digan nosotres ni escriban nosotrxs. Es incorrecto. Eso sí que lo es.