M e encanta que los sevillanos defiendan sus cosas, por sencillas que estas sean. Unas calesitas, por ejemplo. Las de la plaza San Martín de Porres, al lado del mercado de San Gonzalo, en Triana, no son por cierto unas calesitas cualquieras, porque llevan ahí casi sesenta años, desde 1959. Quién de nosotros, de los que hemos vivido años en Triana, no ha quedado alguna vez con alguna chavala en esas calesitas que son parte del paisaje urbano de Triana y de nuestra adolescencia. Las recuerdo, aunque como un ensueño, desde que iba con mi madre a coger el tranvía para Coria con parada en la vega de Palomares. Y aunque era una época en blanco y negro, las recuerdo en color. Nada es para toda la vida y Sevilla sabe mucho de eso, donde hasta tuvimos un corregidor al que llamaban el Alcalde Palanqueta, que fue quien le dio la patada al Café de Novedades en 1923, sin que los sevillanos más flamencos se levantaran en armas contra el Cabildo o la piqueta. No sé en qué quedará este asunto, pero cuidado con esos cacharritos, porque algunos no hemos dejado de ser niños.