Las voces de la Pasión

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08 abr 2017 / 22:35 h - Actualizado: 08 abr 2017 / 22:36 h.
"Cofradías","La apostilla"

No hace falta que les pregunte. Sé que esta mañana, distinta siempre pero igual en lo más hondo de la cuerda que nos hace vibrar por dentro, van a recorrer impenitentes los templos, las parroquias y capillas desde los que las hermandades, ignorando que lo importantes es que las imágenes residen en ellos todo el año, cambian su casa por la casa de todos, que es la calle. En ellos, en muchos de ellos se toparán con la Misa del Domingo de Ramos en la Pasión de Señor, que todo el mundo conoce por Misa de Palmas. En ella, concretamente en la liturgia de la palabra, percibirán que no sólo el sacerdote lee el Evangelio sino que lo hace acompañado por otras dos personas, que desempeñan el papel de cronista y de sinagoga (como se denomina a la voz del pueblo que interviene en el relato). Cada año, los capítulos finales de uno de los evangelios (hoy oirán el de San Mateo) nos relatan una Pasión que volveremos a escuchar en los oficios del Viernes Santo, siempre en las palabras del Evangelista San Juan, el que esta noche irá con mi Virgen de la Amargura contándole cuántas cosas bonitas hay más allá de ese bosque de nazarenos blancos que acompañan al Desprecio de Herodes. Estas lecturas efectuadas por varias personas son el último reducto de los dramas sacros con los que la Iglesia instruía al pueblo en las grandes fiestas y solemnidades del año. Hoy, cuando todavía conservo en los labios el sabor del cariño de Alhaurín el Grande, que me ha nombrado pregonero, quiero tener un recuerdo para todos aquellos que, ofreciendo su voz no siempre igual de brillante, pero sí perpetuamente emocionada, nos ayudan a profundizar en esos larguísimos Evangelios en los que todo queda consumado. Las voces de los que casi siempre eran los que mejor leían en la parroquia y que hoy no son más que un enriquecimiento hermoso sin mirar tanto sus capacidades interpretativas, que ese día se ponen en juego y se incrementan sin que podamos explicar por qué. Puede que alguno de ustedes sea esa voz de la pasión, y luego, inmediatamente, haga de personaje secundario en las bullas, como magistralmente ha firmado mi buen amigo Manolo Romero Luque. Puede que usted los haya escuchado, y en mitad de la bulla se acuerde de lo que las lecturas decían de romanos, de sanedritas y de multitudes. De pequeño nos contaban que el eco de las voces jamás desaparece, que esa energía echada al aire viaja eternamente. ¿Quién sabe si, cuando volvemos a leerlo no insuflamos aire nuevo a las palabras de aquellos personajes? Sólo tengo una certeza: tu voz y la mía son, aquí y ahora, son las voces de esa Pasión que año tras año escribe Sevilla para sí... y para el mundo entero.