La Pasión

Lo que un bisturí no puede llevarse

A Soto sólo le han cortado el miembro, la carne, los tejidos. Pero no hay cirujano que pueda seccionar la hombría de bien y esa sonrisa que se llama esperanza

09 oct 2016 / 13:45 h - Actualizado: 09 oct 2016 / 13:48 h.
"La Pasión"
  •  Lo que un bisturí no puede llevarse

TAGS:

Un pitón no tiene porqué segarte la fe en el brusco y repentino hachazo de la cornada. No siempre te hiere el músculo de la esperanza. Un pitón no alcanza en todas las ocasiones a seccionar la sonrisa de un alma libre ni amputa necesariamente el miembro de la ilusión que se llama bondad. Un pitón, arma respetable del rey del campo bravo, puede incluso matarte sin llevarse prendida en la punta la sonrisa del corazón del torero capaz de darle su vida a la fiesta a cambio de un pedacito de felicidad que aquí llamamos gloria. Un pitón puede hundirse en la carne y hacer daño, cortar los tejidos y los vasos para provocar dolor, golpear y aplastar, machacar incluso con una potencia descomunal todo argumento humano físico que tenga delante, débil y mortal. Y por eso la fiesta de los toros es verdad, muy verdad. Pero a veces un toro no puede llevarse la hombría y la lección, la demostración de señorío y las ganas de sentir, la sonrisa y el sueño eterno de alcanzar la felicidad.

José Manuel Soto ha perdido una pierna. El novillo se le vino encima en un pueblo de Jaén para destrozar su rodilla, el sistema vascular y poner a prueba un protocolo de asistencias sanitarias y decisiones que no se tomaron conforme al sentido común. Al final llegó la amputación. Pero sólo le han cortado el miembro, la carne, los tejidos. El bisturí del destino se ha llevado el traje de luces y la ilusión de pisar un ruedo vestido de torero. En aquel quirófano se llevaron, mientras José Manuel dormía, todos los permisos para poner pares de banderillas y pegar capotazos y lances al aire de la fiesta que todos vivimos en los cosos de un espectáculo a menudo maravilloso. Pero no hay cirujano que pueda con los hombres buenos, con esas personas que te ofrecen siempre la mano y la sonrisa, que llevan el pecho abierto por si te hace falta un corazón. En ellos todas las puntas son romas, no cortan, chocan con la humildad, que es la mayor obra de Dios.

Dice Soto que no le guarda rencor a la fiesta de los toros y que no puede enfadarse con el cielo. Que no está defraudado con el destino porque tiene muchos motivos para ser feliz. Cuenta que siempre supo de la existencia del riesgo y que el Señor le ha regalado muchas horas de felicidad, que está enamorado y dispuesto a luchar, que seguirá amando a los toros y que, si volviera a nacer, soñaría de nuevo con ser torero.

El miércoles en la Real Maestranza sevillana se celebra un festival para echarle una mano a José Manuel Soto. Hay que estar. Merece la pena sólo por mirar a la cara a un hombre que ya ha perdonado al destino. Lo ha hecho con una sonrisa, una sonrisa de verdad, de esperanza, de torero.