Hay movimientos, posicionamientos, tomas de contacto, termómetros midiendo adhesiones, sondeos en Palacio, miradas de reojo, llamadas inesperadas... a estas alturas nadie puede negar que se están moviendo los primeros –o los segundos- hilos para conformar el asalto a San Gregorio. Algunos nombres ya están en boca de todos y más pronto que tarde, en función de los apoyos recabados, darán el respectivo paso al frente y nombrarán a sus respectivos equipos. Pero nos interesa cierta reflexión que se comparte en no pocos cenáculos hispalenses: el rumbo actual de las cofradías y de la propia Semana Santa no puede continuar por las mismas coordenadas. En las tertulias de la gente de cofradías –no hablamos del planeta friki– se coincide en la necesidad de recuperar el pulso, la impronta y el talante de aquellos consejos en los que no había penetrado aún la nefasta deriva política. Se quiere volver a esos modos y a esos nombres de verdadero peso en la ciudad, que prestaban su prestigio personal y profesional a la institución que debería vertebrar los esfuerzos y hasta los roces de las hermandades. Se necesita un consejo fuerte, con una pica en la mitra, otra en la calle y –ojo– con presencia y agenda en los principales despachos de Sevilla. Las cofradías tienen que recuperar esa excelencia en su clase dirigente en este tiempo de inflaciones, caminos errados y desmesuras. No sólo en San Gregorio...