Manque perdamos

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Álvaro Romero @aromerobernal1
25 may 2015 / 19:57 h - Actualizado: 25 may 2015 / 19:58 h.
"Viéndolas venir"

Mientras se hacía el escrutinio electoral del domingo, con el fervor rociero en torno a la ermita y la seguridad bética de subir a primera, como si ese verde que te quiero verde y esa pastora de las marismas aglutinaran todo el entusiasmo que le falta a la Democracia para terminar de ser representativa, me acordé de los cientos de andaluces llamados a morir en aquel instante, sobre todo de los que estaban a punto de hacerlo conscientemente, los que iban a abandonar este mundo en cuestión de minutos, sabedores del jaleo montado en el Sur entre santos cohetes, extasiados interventores y radicales del Betis. Los llamados a morir, como quienes habían sentido la llamada del Rocío o de su partido, fuera el que fuera, mirarían su tierra en esa postrera vez con la frialdad analítica de quien ve las cosas a la suficiente distancia como para entender si son lógicas y necesarias o apasionadas e inútiles. Por eso me acordé de ellos, que ostentan la privilegiada posición de vernos tan saturados desde el otro mundo. Hoy ya están allí, y habría que preguntarles, pero no podemos.

Podemos imaginarnos en ese minuto final, en ese instante en el que no hay vuelta atrás desde el que hubiéramos hecho casi todo de otra manera. Y solo desde ese precipicio vital podemos calcular el tiempo perdido, no sólo personalmente, sino como sociedad, por esa inercia de despreciar el raciocinio para atender, redundantes, las supuestas razones del corazón que no lo son tanto, sino cabezonerías ineficientes de la sinrazón. La obcecación en una fe que cuesta lo suyo –lo que diga el banco–, o en un partido dirigido a la razonable derrota –que lo diga la rabia ajena– nos retrata como seres entregados al manque pierda, aunque, indirectamente, sean los otros, tantos otros más indefensos que nosotros, a los que les toque siempre el perder, sin poesía ni heroísmos impostados, sino perder y punto. Porque todas nuestras pérdidas simbólicas tienen su paralelismo de carne y hueso.