No sé a qué echarle la culpa en esta tarde de verano. No puedo decir que la lluvia no me deja escapar, porque el sol inunda las calles hoy más que nunca. No puedo quejarme de que alguien me ha roto el corazón, porque precisamente hoy no hay más que almas que intentan reconstruirlo. Aunque quisiera, no podría culpar al reloj de haber llegado tarde, porque hoy he sido yo quien se ha olvidado de mirar la hora. Quizá no haya mayor verdad que esta: que me he equivocado.
Qué simple y complicado, a la vez, es equivocarse. Todos lo hacemos aunque no siempre lo reconozcamos. ¿Por qué tratamos de escondernos tras una máscara de hierro? ¿Por qué inventamos gigantes en lugar de reconocer los molinos? El proceso es simple, tres palabras: «Me he equivocado».
He jugado a ser yo en otras personas, he creído saberlo todo cuando me rodeaba la nada más cruel. Solo soy un alma inexperta, frágil y pequeña en este mundo de cobardes. Solo soy yo, que ya es bastante.
No sé a quién echarle la culpa hoy, porque la culpa es mía. Mejor la asumo, mejor admito que me he equivocado. Mejor vivir rodeada de la verdad que de una mentira cruel. Mejor me levanto, mejor resurjo de mis cenizas una vez más. Pero mejor que nunca.
¡Cuánta verdad descubro cuando estoy rota!
Ana Santamaría
Ganadora de la XIII edición
www.excelencialiteraria.com