Mi casa olerá a familia y anís

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
12 nov 2018 / 06:29 h - Actualizado: 12 nov 2018 / 08:07 h.
"La Tostá"

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Recuerdo que cuando era un niño no andaba el reloj y los días eran interminables. Se pueden imaginar cómo se me hacían las semanas y los meses. Esperando la Navidad, por ejemplo. Ahora no, el tiempo corre como los galgos en la vega de Mairena de Alcor. Hace medio siglo aún creía en Dios, aunque mi relación con él siempre fue agria. Pues a pesar de todo, acababa la Navidad y soñaba ya con la próxima. Era lógico, porque significaba dos o tres semanas de campanilleros, cortadillos, peladillas, tortas de aceite y turrón. También un pantalón nuevo, unos zapatos y, en Reyes, algún que otro juguete: una pelota de goma, unas pistolas de pasta o una camioneta de madera.

El resto del año era más austero y tenía que inventarme tanto los dulces como los juguetes. Batir la clara de un huevo con azúcar y hacer un espeso merengue, era un dulce fantástico. Y fabricar un patinete de cojinetes y una tabla, algo emocionante. Hoy tienes dulces en casa todo el año y en vez de fabricarte tus propios juguetes te vas a la tienda de informática y tiras de tarjeta de crédito. No es lo mismo, claro. Por eso no espero la Navidad con tanta impaciencia como antes. Sin embargo, este año sí tengo ganas que lleguen porque tendré casa de campo con chimenea y pinos propios, de los de verdad, en la parcela. Pinos como el de Mampela, aquel de Palomares desde el que veía Sevilla a los lejos y soñaba con poder subir un día a la Giralda, como si fuera Juan el Campanero, padre de La Campanera.

Adornaré uno de mis pinos para que se vea desde Palomares, porque La Puebla del Río está a tiro de piedra. Asaré castañas en la chimenea y colocaré troncos en el porche para que se acerquen los zorrillos a la casa, que la Navidad es también de los animales del bosque. Y pondré un altavoz fuera para que los campanilleros de Manuel Torres, el Corruco de Algeciras y la Niña de la Puebla lleguen a toda la zona, desde Palomares a Almensilla y desde Coria a Isla Mayor.

El tiempo vuela, aunque no como antaño, y como vuela, empezaré ya mismo a vivir la Navidad para que cuando llegue de verdad huela mi casa a familia y anís, aunque no hayamos más habitantes que mis perros, mi gata y yo.