Mirando el horizonte

La opinión de...

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05 mar 2016 / 20:03 h - Actualizado: 05 mar 2016 / 21:33 h.
"Cofradías"

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Estoy lejos de Sevilla. A veces tomar distancia te ayuda a valorar lo que tienes asumido como propio, valioso y asentado. Aquí, en Ciudad Real, concretamente en Alcázar de San Juan, vengo a pregonar la Semana Santa, en este corazón de la Mancha donde las influencias sevillanas, castellanas y levantinas se trenzan para originar una celebración originalísima que hace las delicias de muchos pueblos de los contornos, que tienen en esta Semana Santa un modelo a seguir. Cuando una fiesta, una ciudad, una manera de vivir ciertos momentos solemnes y ocasiones importantes se convierte en referente, la responsabilidad crece exponencialmente. No puedes conformarte con hacer las cosas de cualquier manera: no es bueno abandonar ese tesoro a su suerte ni tampoco convertirlo en tal cifrado enigmático que no pueda ser resuelto por aquellos que se acercan a vivirlo con los que tenemos la suerte de haberlo recibido en herencia quasi-genética, si es que puede demostrarse que no hay en nuestra piel una natural disposición para comprender los misterios de la fe y convertirlos en belleza para que todos, propios y extraños puedan enamorarse de aquello que les pones delante de los ojos. Cuando en otros pueblos y ciudades de nuestra geografía se copia el “sevillian way of religious sense”, que diría un antropólogo americano, hemos de contemplarlo orgullosos como cuando tomamos conciencia que en lugares como Zaragoza, Barcelona o Las Palmas se celebra una pequeña Feria de Abril. La Semana Santa no puede copiarse en escenario ni en ambientación, porque entraríamos dentro de una suerte de parque temático, que bien poco beneficiaría a una verdadera evocación de una fiesta que tiene tantas caras como personas la viven y la disfrutan. La Semana Santa puede copiarse en sus formas, en sus aspectos sensoriales, y me honra que tantos cofrades españoles quieran tener en su tierra algo de nuestra Semana Santa. Como en el romance de Ochaíta que tanto me gusta, eso nos hace crecer y esponjarnos hasta límites insospechados, abrirnos, expandirnos, aprender de ellos como ellos aprenden de nosotros. Ellos pueden tener la verdad, como creemos tenerla siempre nosotros, y los forasteros nos han aportado mucho. Desde Alcázar de San Juan lanzo un brindis por todos aquellos que se hicieron sevillanos, por todos los sevillanos que supieron abrir los brazos a quienes venían de fuera. Como la hermana de Lázaro en el evangelio, cuando Jesús fue servido en Betania, ellos se han quedado con la mejor parte y no se la quitarán. ~