Noviembre sevillano

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03 nov 2017 / 23:03 h - Actualizado: 03 nov 2017 / 23:04 h.

El otoño veraniza, si se me admite el palabro, estrechando aún más el paréntesis de los termómetros rebasando la barrera del sueño, los días largos y el sonido de las olas con el operario del centro comercial colocando luminarias anunciando lo ineludible. Y en esas asoman las fechas del recuerdo y llega noviembre, regalándonos fugaces cielos de colores pastel y atardeceres rojizos con nubes que anuncian tormentas de melancolía. Noviembre es el mes del romanticismo sevillano, de la nostalgia, el de la calle Acetres de México, donde se quedó esa Sevilla de magnolios, esa Sevilla cernudiana que siempre asoma en noviembre para recordarnos que el poeta y su palabra pervive en nosotros aquí, donde habita el recuerdo. Noviembre es el mes del hueco irreparable de aquellos que con su ausencia atraen a las golondrinas y a los vencejos de los recuerdos, mientras las primeras lluvias asoman llenando de ocres los adoquines de la plaza del Señor. Y vuelven con nosotros porque así lo manda el calendario mientras los niños inmersos en su mundo americano y ajeno llaman a las puertas portando guadañas pidiendo truco o trato, con sangre de mentira y caras de espanto, en un escenario extraño lleno de banderas patrias por los balcones y sin apenas saber ni de Bécquer ni de Don Juan Tenorio, ese que en una Sevilla romántica y gracias al amor de Doña Inés, se redimió de sus pecados. Bécquer es noviembre, y lo es Cernuda, con el melancólico avanzar de las horas, como quien espera al alba de los días, en un otoño sevillano que recibe los primeros fríos que en nada, volverán a ser olvido.