O banco o banco

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27 may 2017 / 23:10 h - Actualizado: 27 may 2017 / 23:11 h.

Seguramente soy una ignorante. O una aberración sociopática. Pero hace tiempo que ando dándole vueltas a una idea bárbara: ¿Dónde está escrito que un ciudadano, por el hecho de serlo, tenga que ser cliente de un banco? Un banco es un negocio, ¿no? Igual que una carnicería, o una tienda de electrodomésticos. Pero si yo quiero ser vegetariana o no tener nunca una tele en plan chica alternativa, pues no acudo a esos negocios si no me da la real gana. Estoy haciendo una simplificación, claro, pero para que me entiendan. Recientemente fui a liquidar un recibo municipal y me obligaron a pagar con tarjeta. O con tarjeta o te ibas a pagar al banco. Y punto. Ahí me asaltó otra vez el desasosiego que ya les dije que me ronda hace bastante tiempo: O con el banco o con el banco, no hay más alternativa. Bueno, sí, domiciliar el pago en el banco. Y que el banco te lo cobre dos meses antes del plazo. Pero si yo prefiero pagar cuando buenamente se me antoje, ir a verle la cara al de la ventanilla y de paso que me dé el aire... que no, que no puedo hacerlo sin contar con el banco.

En primer lugar una definición básica: el sistema bancario o financiero de un país es el conjunto de instituciones financieras, cajas de ahorro y entidades de crédito cuya principal finalidad es captar los recursos monetarios de personas que no gastan todo lo que tienen (ahorradores) para dirigirlos a personas que gastan más de lo que tienen (prestatarios), tanto del sector público como privado. Las 18 entidades que conforman ahora el mapa bancario español son el resultado de fusiones o absorciones de los 60 bancos y cajas existentes antes de la reestructuración y el rescate europeo de 2012. A todos nos suenan sus nombres: Santander, BBVA, Caixabank, Sabadell, Bankia, Popular, Unicaja, Ibercaja, Kutxabank, Bankinter... y todos somos clientes de ellos. Quieras o no quieras, el banco tiene que formar parte de tu vida. Lo que yo les diga, si seguimos así, dentro de poco a los niños les pondremos al nacer el sello de un banco en el culo.

Porque a ver, pruebe a que en su empresa no le domicilien la nómina, a contratar luz o agua para su casa sin tener cuenta en el banco, a hacer una reserva en un hotel, o a intentar pagar a plazos el colchón nuevo firmándoles un contrato de toda la vida. Pruebe, pruebe, que ya les digo que es imposible y además le mirarán como si estuviera loco. Pues yo estoy cuerda y muy cuerda y tengo serias dudas de que esto encaje en lo que viene siendo vivir en libertad.

Porque es evidente que la banca es un negocio útil, muy útil y muy necesario, pero también son útiles los taxis y hay quienes no los cogen nunca porque les va el transporte público, que es más barato y más participativo y tal. Y nunca te encuentras en la parada a un tío que te dice, no, no, de aquí a allí no puede usted ir en autobús, o va en taxi o no va. Por supuesto que me dirán que los bancos son un gran aliado de la Administración para controlar los fraudes fiscales y garantizar que los curritos van a pagar religiosamente a Hacienda, pero a la vista está que a la hora de la verdad con quien se alían los bancos es con las grandes fortunas para escamotear la pasta gansa y negra negrísima que tanto mola en este país.

A mí me gusta tener una, dos, tres o tantas tarjetas bancarias como se me antoje. Pero las tarjetas son un producto que venden los bancos. Nadie debería exigir que las tenga. Me encanta conducir, me gusta tener mi coche y me da independencia. Pero nadie me obligó a comprarlo. Si mañana quiero ir andando a todas partes y prescindir del vehículo, me deshago de él y punto. Si alguien quiere guardar el dinero que gana en un calcetín, si cumple con sus obligaciones fiscales pero no desea ser cliente (o sólo esporádicamente) de ningún banco, del mismo modo que no lo es, por ejemplo, del servicio del taxi, realmente no hay ninguna alternativa. Una relación comercial un tanto opresiva, ¿no creen?