Oración

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04 mar 2017 / 22:49 h - Actualizado: 04 mar 2017 / 22:49 h.
"Cofradías"

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Jesús fue sentenciado a muerte, coronado de espinas y burlado. Con la cruz a cuestas se encaminó a su destino, que sabía en manos de Dios. Podría haber huido, haber evitado aquella noche el encuentro con sus discípulos en Getsemaní y esquivado al traidor. Pero no cambió su rutina pese a la fiesta, a las advertencias y a la certeza de lo que debía ocurrir solo por cumplir el proyecto de Dios para su vida. Sólo, lo único que hizo, a lo único que se aferró fue a la oración. Una oración desesperada, tanto que sudó sangre. Sabedor de que era el único medio por el que se podría librar de lo que estaba predeterminado, de la misión que le había sido encomendada como hijo de Dios pero a la que se enfrentaba con el temor de hombre, simplemente oró.

Mañana el Señor de la Oración nos invita a todos a orar, a hacerlo arrodillado, en la intimidad de la noche, entre los olivos de Getsemaní, en silencio y con la confianza con la que Él pidió que le libraran de ese cáliz, a la vez que aceptaba que se hiciera la voluntad de Dios. El Consejo de Hermandades ha encomendado este año a la hermandad de Monte-Sión la organización del Viacrucis de todos. Así, el Señor, temeroso y humilde, «el de los brazos abiertos», como lo describen sus hermanos de Monte-Sión en un reportaje que hoy pueden leer en Más Pasión, recorrerá las calles de Sevilla para que le acompañemos en el rezo de las 14 estaciones en el interior de la Catedral. Y se trata solo de eso de orar, de lo único –a ojos de muchos– que hacen las monjas contemplativas, de lo que hacen muchos cristianos en el mundo, de lo que todos tenemos a nuestro alcance. Mañana, como todos los primeros lunes de Cuaresma, todos los cofrades estamos convocados a rezar al unísono, sin distinción de medallas, de estandartes o escudos o cruces de guía (que en este acto no son más que un indicativo de cada estación seamos de la hermandad que seamos), centrándonos en lo importante y dando testimonio con nuestra arma más poderosa: la oración.

Porque este Señor de los brazos abiertos, además de recibirnos con un abrazo, como señalan sus hermanos en la antigua plaza de los Carros, nos invita a arrodillarnos, como Él está, a mirar al Padre con confianza, a buscar la confortación del Ángel y a vivir esta Cuaresma que estrenamos sin alardes, pendiente de las necesidades del mundo –como hacen las monjas contemplativas–, de todos, desde la oración. La túnica bordada (y enriquecida para la ocasión), el adelanto de media hora en el arranque del acto (decisión lógica para no regresar demasiado tarde, en una jornada laborable, junto a la Virgen del Rosario), el cartel de Jonathan Sánchez Aguilera y otros cientos de detalles que han preparado con mimo no deben despistarnos de lo fundamental. En definitiva, el titular es el Señor de la Oración en el Huerto.