Otoño recobrado

Image
26 sep 2017 / 22:29 h - Actualizado: 26 sep 2017 / 22:30 h.

El primer otoño –sol picante, aire tibio y moscas torpes– abría un tiempo nuevo en esa huerta sin llegar a espantar los calores. Allí empezó y vuelve todo. La alberca, a media agua, ya se había convertido en una lámina oscura y verde, cuajada de zapateros y peces cabezones. Las tardes se resolvían sin tareas; los libros olían a forro y papel nuevo y las clases de la tarde que unían la sobremesa con la anochecida aún no habían comenzado. Pero el estreno de la estación se convertía en una certeza en aquella tropa menuda que volvía a encontrarse bajo los naranjos y el breve puñado de olivos al reclamo de la abuela.

La memoria es caprichosa y vuelve a enroscarse en aquel sol del membrillo; en ese calor pegajoso que anunciaba los primeros chaparrones. Era un tiempo sin tiempo que detenía el reloj mientras las niñas tensaban la goma; los mayores abatían bichejos con la escopeta de plomos y algún primo osado se alejaba con la bicicleta sin ser echado de menos por nadie. La luz apuntaba a Poniente y humeaba el café de los mayores. El personal ya se había animado con las copitas de Marie Brizard y Cointreau. Pero hay algunos rostros que ya no están. El recuerdo los pinta reflejados en el espejo convexo un azucarero de latón; abrigados por los azulejos de Mensaque de un porche apeado sobre columnas que imitaban, ingenuamente, el mármol de una película de Cifesa. Ese recuerdo se empeña en poner en pie nombres y lugares, alentado por este sol machadiano que se resiste a despedir el verano.