Parábola de los talentos

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03 feb 2018 / 23:11 h - Actualizado: 03 feb 2018 / 23:11 h.

La afirmación de que en España no hay talento para tanto talent show no sé si será cierta, aunque yo la comparto de principio a fin. Es más, estoy por asegurar que en España, lo mismo que en el resto del planeta, el noventa por ciento de la población no tiene ningún talento. Que me perdonen los adalides del orgullo de la marca España y demás. El porcentaje, por supuesto, es aproximado (puede que sea el 95 por ciento) y absolutamente gratuito, o sea, sin que me paguen nada por la encuesta.

Yo misma he estado siempre entre los del grupo mayoritario, e incluso confieso que la televisión me gusta, me ha gustado desde que recuerdo y no ha sido hasta tiempo relativamente reciente que he empezado a rechazar algunos de sus contenidos que... no sé, no sé. Supongo que todo empezó cuando una cierta generación descubrió que salir en la tele podía ser más rentable que formarse y buscarse una profesión como dios manda. Después una generación tras otra agarrada a «mi madre me ha dicho que ni carrera ni leches, que si quiero ser alguien en la vida tengo que salir en este programa». En esto que los debates dejaron de ser instructivos y se empezaron a llamar tertulias, y los concursos de talentos talent shows y de ahí hasta ahora.

Reflexiones aparte, parece que la última edición de Operación Triunfo ha pegado un empujón a las audiencias de la Televisión Española con su poquito de reality, sus amoríos y sus cosas. Y la elección de la canción para Eurovisión, que aunque cueste creerlo sigue teniendo mucho tirón. Pero bueno, que sin reality no se llega a ninguna parte hoy en día, hasta la cadena pública ha sucumbido a la tendencia. Anda, a ver si alguien con talento inventa otra fórmula televisiva que no sea la convivencia facilona e insustancial, que para convivir ya estamos todos los unos con los otros y mucho más entretenidos que en la tele.

Y luego está lo del talento, que es a lo que iba. He visto una entrega de Got Talent en Telecinco y me ha dado una pena un chino que salió a cantar por Alejandro Sanz... ahí el pobre con su media lengua para que todo el mundo se riera de él. Luego he pensado que probablemente si no salieran esas ridiculeces nadie seguiría un espacio donde todo el mundo mostrara cualidades extraordinarias y unas capacidades fuera de lo común¿? Vamos, que la audiencia se alimenta de esas frikadas y ese ejercicio de exhibicionismo permanente en que se ha convertido la televisión: el más guapo, el más polémico, el más escandaloso, el más ridículo o el más incorrecto son el alma del espectáculo y qué viva el espectáculo. Qué falta de respeto para ese pobre uno por ciento que llega humildemente sólo para mostrar su talento, su esfuerzo y su pasión. Y qué me dicen de que el chino de la media lengua esté arrasando en internet... pues que de internet y las redes sociales hablamos en otra ocasión.

Trato de entender esta deriva, porque a mí la tele me encanta y me parece un invento sin parangón. No acierto a decidir si tenemos esta televisión como reflejo de la sociedad o al contrario. Sólo se me ocurre recordar que el talento también fue una moneda en la antigüedad y que la misma parábola de los talentos, en los Evangelios, dejaba claro que el talento había que convertirlo en ganancias, que es lo que persiguen sin lugar a dudas las cadenas y los programadores. Money, money, money. Aquí el único talento que importa es el que sirve para hacer dinero.