La Tostá

Probando inventos

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
19 jul 2019 / 08:26 h - Actualizado: 19 jul 2019 / 08:31 h.
"La Tostá"
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El día que llegó a casa un cubo de plástico con una alcachofa para poder ducharnos, ese día salió el sol antes de lo normal y la luna de julio apareció vestida de fiesta. Se llenaba el cubo de agua, se colgaba en un palo, y a ducharse. Si queríamos bañarnos con agua caliente se calentaba una olla en el anafe, y asunto resuelto. Aquella sensación de estar bajo la lluvia en verano fue algo increíble, pero una tarde se soltó el cubo y casi me abrió la cabeza.

Mi madre nos bañaba en una caldera, sobre todo los domingos por la noche para ir limpios al colegio, sin costra, una vez por semana en invierno. Estropajo y jabón verde, que te dejaban la piel nueva y hasta con alguna rozadura que otra. Eso no era lavarnos, sino renovarnos la piel, cambiar el pellejo muerto por una nueva cutícula rosada y tremendamente delicada.

La primera vez que me duché en un cuarto de aseo de verdad fue en San Pedro de Alcántara (Málaga), en una pensión. Le pregunté a la dueña que cómo funcionaba y me dijo que era un termo eléctrico y que regulara bien el mezclador del agua caliente y fría para no quemarme. Pero me quemé y me salieron unas ampollas en la espalda que estuve un mes casi sin poder dormir bocarriba y acordándome de la caldera de mi madre.

Cuando pusimos la primera bañera en casa, en Padre Pío, acordamos que fuera yo el primero en probarla porque era un hombre de mundo que había estado ya en Málaga, Huelva y Ciudad Real. Fue una experiencia casi religiosa, pero al intentar salir de la bañera para secarme me resbalé y caí de espalda en el bidel. De eso hace ya cuarenta y tantos años y aún me duele la paletilla izquierda.

Se me da mal estrenar inventos y ando preocupado porque mi médica me ha recetado un andador para recuperarme de un accidente y dejar ya la silla de ruedas en la que llevo viviendo algún tiempo. Estos chismes no son complicados de manejar, según te dicen, pero probando una noche el de mi madre estuve a punto de caer de boca por encima del dichoso andador, que tiene un sistema de frenos parecido al de las bicicletas de los años sesenta.

Ves que te vas haciendo viejo cuando te da miedo un simple andador que solo utilizarás dos o tres semanas como mucho. Ni hablo de cuando miras la piscina y piensas en cómo echarte en remojo por las tardes sin socorristas ni un helicóptero cerca por lo que pueda pasar.