¿Qué está sucediendo en África? Busquemos el Bien Común de manera conjunta.

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03 mar 2019 / 08:00 h - Actualizado: 03 mar 2019 / 10:29 h.
  • ¿Qué está sucediendo en África? Busquemos el Bien Común de manera conjunta.

África es un continente que cuenta con 54 países reconocidos por Naciones Unidas, en su territorio cogen, entre otros, Estados Unidos, China, India, Reino Unido, España, Francia, Alemania, Los Países del Este de Europa, Bélgica, Holanda, Italia, Francia. Esto nos indica la magnitud territorial y la importancia que esta realidad tiene en un mundo que debería buscar el bienestar de sus habitantes.

Si nos fijamos en la existencia de conflictos armados nos encontramos que en África, existen al menos 25 que están obligando a miles de personas a vivir situaciones trágicas. Nada que ver con lo que acontece en los países que antes he señalado. Nosotros tenemos la inmensa suerte de contar con un estado de bienestar apoyándonos en democracias solventes.

Pocos medios de comunicación nos cuentan qué está ocurriendo en África, tan solo aquellos relacionados con Instituciones de Iglesia y Organizaciones Humanitarias. Son éstas las que estando presentes en este continente siguen manteniendo una llamada de atención a nuestras sociedades perfectamente constituidas, o al menos eso es lo que pensamos. Creemos que los problemas de África nada tienen que ver con nosotros. Estamos en un grave error si nos posicionamos en esta perspectiva. Tenemos que reconocer que sí nos afectan, porque hubo un tiempo que muchos países europeos estuvimos ahí, y de una manera directa o indirecta seguimos siendo una pieza clave en el puzle cultural, social, político y económico en muchos de los países que configuran el continente africano.

Europa debería estar mucho más atenta a la angustia de una gran población africana que se halla atrapada en conflictos bélicos y que tienen una existencia, que podríamos denominar, eterna.

Convivir con el dolor no es fácil, es lo que hacen muchos religiosos y religiosas españoles y europeos, y también personas voluntarias que trabajando en organizaciones humanitarias perciben de manera directa el sufrimiento de millones de personas que no encuentran un espacio para vivir en paz. De vez en cuando nos percatamos que los soldados españoles y europeos están presentes intentando afianzar procesos de paz. Somos conscientes porque saltan noticias, como la acaecida recientemente, en donde una intervención rápida logró evitar una gran masacre.

Por todo esto África no está lejos de nosotros. En una situación como la que se encuentra este continente es entendible que sus habitantes quieran huir de la miseria y tener oportunidades en otras partes del mundo. Su objetivo llegar a Europa. La única manera de lograr que todas estas personas puedan permanecer en sus países es que en los mismos existan niveles democráticos, sociales, económicos y políticos como los que se dan en los países europeos a los que aspiran a llegar.

Nuestra Europa que tiene raíces cristianas, y que muchos se empeñan en ocultar o ignorar, debería empeñarse en trabajar seriamente para lograr que África pueda crecer en democracia, porque lo que actualmente sabe hacer mejor es mirar hacia otro lado, fijándose únicamente en los flujos migratorios que llegan, utilizándolos según los intereses políticos y electorales de los partidos legalmente constituidos. Estoy convencido que este tema, el de la inmigración, lo vamos a vivir con intensidad en nuestras elecciones generales y en las elecciones europeas.

Nuestro país y Europa deberían meditar, atendiendo a nuestra realidad cultural cristiana, sobre el contenido del texto del Decreto Ad gentes que recojo seguidamente: "Trabajen los cristianos y colaboren con los demás hombres en la recta ordenación de los asuntos económicos y sociales. Entréguense con especial cuidado a la educación de los niños y de los adolescentes por medio de las escuelas de todo género, que hay que considerar no sólo como medio excelente para formar y atender a la juventud cristiana, sino como servicio de gran valor a los hombres, sobre todo de las naciones en vías de desarrollo, para elevar la dignidad humana y para preparar unas condiciones de vida más favorables. Tomen parte, además, los fieles cristianos en los esfuerzos de aquellos pueblos que, luchando con el hambre, la ignorancia y las enfermedades, se esfuerzan en conseguir mejores condiciones de vida y en afirmar la paz en el mundo. Gusten los fieles de cooperar prudentemente a este respecto con los trabajos emprendidos por instituciones privadas y públicas, por los gobiernos, por los organismos internacionales, por diversas comunidades cristianas y por las religiones no cristianas".

Una pregunta lógica que deberíamos hacernos es la siguiente ¿cómo hacer para que los slogan políticos de las campañas electorales no influyan en mi manera de interpretar la tragedia de la inmigración? La respuesta hay que buscarla en aquellos discursos y reflexiones que expliquen con claridad las verdaderas causas de la inmigración, que no son otras que aquellas que vienen explicadas y recogidas en las páginas web y revistas de las Congregaciones Religiosas y Organizaciones Humanitarias que trabajan desde hace décadas en el continente africano.

Después de reflexionar sobre las causas, lo que deberíamos de sentir es tristeza, angustia y culpabilidad. Tristeza por el dolor de tantos hermanos nuestros que viven atrapados en países en donde la democracia no existe; angustia porque su modo de vida está instalado en una pobreza endémica y culpabilidad porque es poco lo que hacemos por lograr cambiar la situación. Nuestros responsables políticos tienen la obligación de ponerse a trabajar de manera conjunta para hallar soluciones, proponiendo medidas concretas en los organismos internacionales y en las relaciones bilaterales que puedan darse con estos países.

Mi sueño, porque creo que es posible, es ver a los partidos políticos que buscan atrapar nuestro voto que nos hacen una propuesta consensuada para ayudar en origen a los países que están forzando a sus habitantes a emigrar, al mismo tiempo que una planificación adecuada en la respuesta a los inmigrantes que ya han llegado a nuestro país. Esto implica, también, plantarse ante las mafias que han hecho del dolor un negocio altamente rentable. Seguramente no lograré que este sueño cale en nuestros políticos; pero, nosotros los ciudadanos, en un tema muy importante como es la inmigración, deberíamos tener muy presente qué propuestas hacen aquellos que aspiran a ser servidores y no señores del marketing electoral.

Trabajar conjuntamente es la solución. Por lo tanto las medidas deberían de responder a programas consensuados vinculados a una cooperación internacional constructiva que tenga muy presente la aplicación de políticas que desarrollen, ante todo, la democracia y la economía. Desde esta perspectiva la aportación del tejido empresarial y de tercer sector es imprescindible, por esta razón las propuestas de nuestros políticos deberían contar de manera explícita con estos agentes sociales.

El objetivo de nuestras sociedades europeas debería ser el logro del Bien Común en África. Por esta razón, además de tener en cuenta lo que he escrito en este artículo, sería conveniente reflexionar sobre lo que la Gaudium et Spes nos dice : "Una tan rápida mutación, realizada con frecuencia bajo el signo del desorden, y la misma conciencia agudizada de las antinomias existentes hoy en el mundo, engendran o aumentan contradicciones y desequilibrios. Surgen muchas veces en el propio hombre el desequilibrio entre la inteligencia práctica moderna y una forma de conocimiento teórico que no llega a dominar y ordenar la suma de sus conocimientos en síntesis satisfactoria. Brota también el desequilibrio entre el afán por la eficacia práctica y las exigencias de la conciencia moral, y no pocas veces entre las condiciones de la vida colectiva y a las exigencias de un pensamiento personal y de la misma contemplación. Surge, finalmente, el desequilibrio entre la especialización profesional y la visión general de las cosas. Aparecen discrepancias en la familia, debidas ya al peso de las condiciones demográficas, económicas y sociales, ya a los conflictos que surgen entre las generaciones que se van sucediendo, ya a las nuevas relaciones sociales entre los dos sexos. Nacen también grandes discrepancias raciales y sociales de todo género. Discrepancias entre los países ricos, los menos ricos y los pobres. Discrepancias, por último, entre las instituciones internacionales, nacidas de la aspiración de los pueblos a la paz, y las ambiciones puestas al servicio de la expansión de la propia ideología o los egoísmos colectivos existentes en las naciones y en otras entidades sociales. Todo ello alimenta la mutua desconfianza y la hostilidad, los conflictos y las desgracias, de los que el hombre es, a la vez, causa y víctima".

África no está lejos, está junto a nosotros y, aunque tan solo sea por los millones de personas que están sufriendo las consecuencias de estructuras abusivas de poder, deberíamos de responder con dedicación y empeño en ayudarles a resolver sus problemas de manera conjunta, esto sería madurez política y democrática. Las respuestas no deberían ser objeto del marketing electoral.