Regionalismo

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14 mar 2019 / 11:36 h - Actualizado: 14 mar 2019 / 11:37 h.

La hermandad de la Amargura ha tenido el acierto y la oportunidad de conmemorar el centenario de la impresionante marcha de Manuel Font de Anta que firmó, precisamente, un 14 de marzo de 1909. Pero la muestra, tal y como proclama su propio título, va mucho más allá. Se trata de reivindicar un momento artístico que cambió para siempre el arte y la estética de las cofradías bajo los moldes regionalistas. La reivindicación del Renacimiento y el Plateresco como mejor herencia estética de la vieja Híspalis supuso un auténtico revulsivo para la puesta en escena de nuestras corporaciones bajo la batuta de algunos creadores fundamentales como Juan Manuel Rodríguez Ojeda –que convierte a la cofradía de la Macarena en ariete del nuevo estilo- o José Recio del Rivero, auténtico forjador estético de la impronta trianera en torno a los antiguos modelos cerámicos del arrabal.

Pero el tema rebosa ampliamente el molde de las cofradías. El Regionalismo ya estaba reinventando la propia ciudad de Sevilla mirando en sus mejores moldes y reivindicando oficios artísticos como la rejería, la forja, la cerámica o la albañilería entendida como arte. Fue un movimiento estético, casi onírico, paralelo a aquella Edad de Plata cultural que se cortó en seco a la vez que se polarizaban las dos Españas. Podemos establecer un momento puntual –y con una grandiosa carga simbólica- para poner punto final a aquel periodo. Es la muerte de Ignacio Sánchez Mejías –no es casual que este sábado también se cumpla el centenario de su alternativa- después del traslado agónico desde Manzanares a Madrid en agosto de 1934. La elegía de Federico García Lorca al amigo y torero caído es también el canto a la muerte de un tiempo de luces que empieza a mirar a las tinieblas. Amarguras es también su mejor banda sonora.