Sexo gratis 24 h. en el centro de la ciudad

Image
04 jul 2019 / 07:05 h - Actualizado: 04 jul 2019 / 07:04 h.
"Opinión"
  • Sexo gratis 24 h. en el centro de la ciudad

TAGS:

Está usted comenzando a leer una columna de opinión que se ha titulado de forma tramposa, ridícula y grosera. Está usted leyendo tras caer en una trampa que, cada día, se utiliza en diversos medios para que el lector curioso, sorprendido o ávido de algo distinto a lo que ofrecen cientos de webs (sin apenas diferencias), lea la noticia y sume una visita más. Una práctica lamentable que produce vergüenza ajena.

En realidad, esta columna trata sobre la falta de bondad del ser humano. ¿Le sigue interesando? Puede usted intentarlo. Comenzamos...

El problema de querer sentirse exclusivo es que nunca se logra serlo. Cualquiera desea ser el hombre único de la mujer que eligió en su momento o la mujer que representa lo único en el mundo; ser el adulto insustituible que hijos, sobrinos o nietos, buscan cuando se ven en aprietos; el amante perfecto; un amigo que no puede faltar y que no se podría cambiar por ninguna otra cosa. Ser exclusivo para sentir que la necesidad se hace aliada, para que la ausencia pese en otros cuando se hace un gesto de retirada lleno de soberbia. Porque ese deseo está lleno de eso, de soberbia. Pero el problema de querer sentirse exclusivo es que nunca se logra. Y la vida se llena de decepción, de incomprensión y de soledad.

Se ocupa el lugar que te dejan. Nunca el deseado. La importancia de lo que haces o dejas de hacer es relativa, unas veces importa y otras pasa desapercibido. El mundo está lleno de sustitutos. Cuando quieres aparecer encuentras tu hueco ocupado por el que crees que es un advenedizo y ventajista. Cometes un error y te ponen al final de la fila y todo lo anterior parece desaparecer como por arte de magia. Esfuerzos que sirvieron y que, sencillamente, ya no.

Nada hay peor que sentirse uno más. Nada hay más doloroso que perder un lugar privilegiado y ocupar el asiento que siempre miraste con miedo.

Soy especialista en ser exclusivo y perder mi condición a los diez minutos. O a los diez años. Eso es igual puesto que el pasado se reduce a lo que tarda el pensamiento en revisarlo. Cuestión de décimas de segundo. He ocupado lugares de privilegio perdidos, bien por cometer errores, bien porque el otro decidió que otra persona era la adecuada para estar allí. En cualquiera de los casos, busqué la razón pidiendo perdón, pidiendo explicaciones cuando no entendía nada. La culpa si la hay se multiplica, la rabia crece y no deja respirar, la pena llena el ademán al decir adiós. Porque no hay perdón. Si pierdes algo ya nada será nunca igual. No somos dioses bondadosos que todo lo perdonan. No. Somos personas que necesitan jugar con ventaja para ganar la partida. La bondad divina es la venganza humana. Así es como funcionan las cosas. Al menos así se piensan en el momento en el que pierdes tu exclusividad. Este es el mundo que hemos construido entre todos.

Y el problema es que quieres ser exclusivo a pesar de fracasar una y otra vez.