Sobre el cambio y otras consignas

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25 dic 2015 / 22:02 h - Actualizado: 25 dic 2015 / 22:01 h.

Hemos asistido hasta hace pocos días a toda una amalgama de proclamas y consignas electorales ante la reciente convocatoria resuelta con tan inciertos e inquietantes datos. Entre todas las soflamas, destaca siempre en este tipo de procesos las alusiones al cambio como concepto absoluto. Este recurso es algo habitual desde las elecciones de 1982, donde impulsados por este mensaje, el partido socialista obtuvo el mejor resultado que se le recuerda (que tiempos tan distintos a éstos), y a partir de ahí ha sido como una especie de talismán de buena suerte electoral, capaz de hacer ir a votar en masa a propios y a extraños, sobre todo a éstos últimos.

Es curioso, lo diferente del tratamiento del célebre vocablo en el mundo político por el contrario del mundo empresarial o económico. Si en el primero es la panacea que todo lo puede, en el segundo es la más temida de las circunstancias, capaz de provocar los máximos niveles de ansiedad a los más curtidos directivos y emprendedores. Supongo, que esto será así porque la economía es timorata y amante de la estabilidad, (esa que ahora parece que vamos a añorar), mientras que el mundo de la política vive inmerso en la cresta de la ola de lo público y lo novedoso. Sin embargo, el mundo de la empresa vive en cambio constante con los mismos actores como protagonistas, mientras que la política cambia constantemente de actores en un escenario que parece invariable. Por ello, el cambio se cotiza caro y todos han de aventurarlo como cercano y propio, mientras que en la empresa se entiende inevitable y presente en todo momento. Los empresarios y agentes económicos deben de adaptarse a él y saber entender todas sus aristas y vertientes, los gobernantes y políticos lo tienen que buscar o hasta forzar y por eso en cada elección se puede volver a prometer en una especie de camino de Sísifo montaña arriba, para una vez llegado a la cima volver a caer rodando y vuelta a comenzar.

El mensaje está en que queramos o no, el cambio siempre estará presente, y la historia nos enseña como su velocidad y potencia de acción, es directamente proporcional a la cifra del año presente, que al ser siempre ascendente actúa como multiplicador de la ecuación. Es tolerado mejor en someras juventudes, y le cuesta más afectar en veteranas edades, donde ya se ha podido aprender una especie de permeabilidad que deja pasar lo efímero para poder preservar lo verdaderamente importante. Por ello, en cualquier organización o sistema es muy útil poder combinar el empuje de lo novedoso con la templanza de lo pretérito, siendo la auténtica habilidad conseguir la coalición de ambos factores. Porque al final, el cambio, se quiera o no llegará, y nunca se estará lo suficiente preparado para cuando decida abrumarnos con su presencia.