Creo que todos hemos dicho alguna vez que de mayor nos gustaría ser como tal o cual artista o, sencillamente, como alguien anónimo del barrio, droguero o esparraguero. Alguna vez me dije a mí mismo que de mayor me gustaría ser como Benito Moreno, ese hombre tranquilo que nunca levantaba la voz, ni siquiera para cantar, y que pintaba con los pinceles empapados en vino de solera. Qué sevillano más particular. Tan particular que se fue a París a estudiar teatro y se sorprendió de que le obligaran a hablar francés. Un día me regaló una fotografía que le hizo al cantaor gitano Juan Talega en su casa de Dos Hermanas, una joya, y cuando lo quise invitar para agradecérselo, me dijo: «Invítalo a él, escucha su cante y pregona su valor cultural». Era un enamorado del cante jondo. No del flamenquito, sino del cante que duele y te cuenta la historia de los andaluces más puros y de la Andalucía más genuina. Nos estamos quedando sin esta clase de artistas y de hombres del sur. Es una pena, porque el sur los necesita quizá más que nunca. Imposible olvidarte, amigo.