Reclama el señor arzobispo mesura en el cortejo y en los pasos del Corpus, y algo se escapa que no entiendo. De una parte la desmedida prolongación de acompañantes –si yo no le inculcase a mis hijas la relevancia del día con un cirio en la mano sino en unas sillas o de pie acabaríamos en la playa, hasta ahí de acuerdo– pero como bien dice el Cabildo y por una vez les aplaudo, no puede coartarse el deseo de acompañar al Santísimo. Espero no cambie el cuento con esas declaraciones. Lo que más me sorprende sin embargo es eso de la desmesura en los pasos. Cuando todas son andas recortadas, propias de procesiones claustrales más que callejeras, algunas con valiosísimo ajuar pero otras con un esfuerzo de las Hermandades por dignificar su recortadita arquitectura con el canon más clásico y equilibrado de exorno. Será lo contrario. Habría que darles más relieve para ensalzar las Imágenes y a la vez cortar de veras el discurso de tanto cirio y estandarte. Pasan tan desapercibidos que otro gallo cantaría con dos palmos más de parihuela, música (siempre sobre los pies, ojo) y sobre todo, propongo, envueltos de esa aureola litúrgica, ese presbiterio andante de unos ciriales, como Dios manda, en lugar de ir pisando los talones del último bacalao. Y eso jamás resta relieve al Santísimo: siendo su colofón lo engrandece ¿Sería tocar los rasgos singulares de esta procesión? ¿Pero se quiere cambiar o no? Joaquín, sé que me odias. Pero yo probaría lo de los ciriales.