Humanidad y coherencia

Image
18 jun 2018 / 08:32 h - Actualizado: 18 jun 2018 / 08:33 h.
  • Humanidad y coherencia

Las sociedades democráticas no pueden dejar a parte de sus miembros abandonados por el camino. El hambre, la miseria, la renuncia del sujeto a eso que es, debido a la falta de trabajo o de medios económicos, no puede ser una opción. Las sociedades democráticas se estarán traicionando en lo más profundo de sus principios si las políticas van en contra de los deberes y obligaciones de los ciudadanos. Y eso está ocurriendo en Estados Unidos y en Europa. El racismo y la xenofobia parecen haber encontrado lugares en los que crecer, hacerse fuertes y destrozar los principios democráticos de igualdad entre personas que tanto esfuerzo han costado conseguir.

El fascismo, sea con el nombre que sea y sea con la forma que sea, impide que las personas se impliquen en proyectos comunes, impide que las personas crezcan de forma individual. La democracia, por contra, busca los sistemas económicos, políticos y sociales, óptimos; con los que las personas se desarrollen y se integren en la sociedad sin diferencia alguna entre ellas. Una sociedad democrática, por tanto, no puede fomentar el racismo o la xenofobia.

Dicho esto, tampoco se debe olvidar que las soluciones fáciles o que solventan un problema concreto, no pueden ser únicas o prioritarias. Un problema como el de la inmigración, como el desastre humanitario que estamos viviendo durante los últimos años, no se soluciona tomando decisiones rápidas según evolucione el problema. Ante un problema como el que se ha generado con el buque Aquarius cualquier persona espera la reacción de su Gobierno y no se plantea como opción abandonar a su suerte a cientos de hombres, mujeres y niños. Pero la solución pasa por fomentar políticas en Europa que busquen una solución total. Este gesto ha sido extraordinario, pero no se puede convertir en una constante que agravaría el problema haciendo el caldo gordo a las mafias.

El ridículo que se está haciendo en Europa será difícil de explicar en los libros de Historia. Los principios y valores de la UE están siendo pisoteados y traicionados con cada decisión que afecta a los inmigrantes que se toma y no se cumple. El espectáculo está siendo dantesco y el futuro parece que apunta a que todo puede empeorar de forma ostensible.

Algunos políticos de primer nivel ya confiesan que se habla de campos de refugiados fuera de Europa para los que no tengan concedido el estatuto de refugiado, ya confiesan negociaciones de tinte fascista e inhumano.

Los casos de Austria e Italia provocan rubor. Los Gobiernos de esos países han adoptado posturas xenófobas. Pero esto no debería contagiarse al resto de los países que forman la UE. Todo lo contrario. De no ser así, el proyecto europeo estaría herido de muerte.

Las sociedades democráticas no pueden dejar a parte de sus miembros abandonados por el camino. El hambre, la miseria, la renuncia del sujeto a eso que es, debido a la falta de trabajo o de medios económicos, no puede ser una opción. Las sociedades democráticas se estarán traicionando en lo más profundo de sus principios si las políticas van en contra de los deberes y obligaciones de los ciudadanos. Y eso está ocurriendo en Estados Unidos y en Europa. El racismo y la xenofobia parecen haber encontrado lugares en los que crecer, hacerse fuertes y destrozar los principios democráticos de igualdad entre personas que tanto esfuerzo han costado conseguir.

El fascismo, sea con el nombre que sea y sea con la forma que sea, impide que las personas se impliquen en proyectos comunes, impide que las personas crezcan de forma individual. La democracia, por contra, busca los sistemas económicos, políticos y sociales, óptimos; con los que las personas se desarrollen y se integren en la sociedad sin diferencia alguna entre ellas. Una sociedad democrática, por tanto, no puede fomentar el racismo o la xenofobia.

Dicho esto, tampoco se debe olvidar que las soluciones fáciles o que solventan un problema concreto, no pueden ser únicas o prioritarias. Un problema como el de la inmigración, como el desastre humanitario que estamos viviendo durante los últimos años, no se soluciona tomando decisiones rápidas según evolucione el problema. Ante un problema como el que se ha generado con el buque Aquarius cualquier persona espera la reacción de su Gobierno y no se plantea como opción abandonar a su suerte a cientos de hombres, mujeres y niños. Pero la solución pasa por fomentar políticas en Europa que busquen una solución total. Este gesto ha sido extraordinario, pero no se puede convertir en una constante que agravaría el problema haciendo el caldo gordo a las mafias.

El ridículo que se está haciendo en Europa será difícil de explicar en los libros de Historia. Los principios y valores de la UE están siendo pisoteados y traicionados con cada decisión que afecta a los inmigrantes que se toma y no se cumple. El espectáculo está siendo dantesco y el futuro parece que apunta a que todo puede empeorar de forma ostensible.

Algunos políticos de primer nivel ya confiesan que se habla de campos de refugiados fuera de Europa para los que no tengan concedido el estatuto de refugiado, ya confiesan negociaciones de tinte fascista e inhumano.

Los casos de Austria e Italia provocan rubor. Los Gobiernos de esos países han adoptado posturas xenófobas. Pero esto no debería contagiarse al resto de los países que forman la UE. Todo lo contrario. De no ser así, el proyecto europeo estaría herido de muerte.