El consumo de drogas sigue siendo uno de los grandes caballos de batalla de las sociedades actuales. Un problema que no sabe afrontarse, un asunto que mueve miles de millones de euros al año y genera unos intereses que desbordan a los Gobiernos y las policías de todo el mundo. Y, por supuesto, una cantidad de muertes innecesarias y terribles.
El dato más preocupante de todos los que se manejan en la actualidad es que la heroína vuelve a instalarse en los circuitos de distribución y venta de drogas con una fuerza inesperada. Hasta hace unos años, el descenso en el consumo de esa droga se había mantenido, pero la mayor disponibilidad de esta sustancia (con mayor pureza y un precio inferior); y el número de incautaciones que va en aumento dada la mayor demanda; hace pensar que la heroína volverá a matar a miles de personas cada año.
Entre 2012 y 2015, las muertes por sobredosis de heroína se incrementaron un 119 por ciento. El 80 por ciento de los tratamientos de recuperación que se solicitan se relacionan con la heroína.
El problema de salud (porque este es un problema de salud y no otra cosa desde la perspectiva social) se traduce en que una de cada siete personas que consumen drogas a través de inyección viven con VIH; la mitad de ellas con hepatitis C; y la tuberculosis es una de las principales causas de mortalidad entre los drogodependientes.
Este es un verdadero desastre que preocupa especialmente en la Oficina de la ONU contra las drogas y el delito (UNODC), un desastre del que no se está alertando a la ciudadanía y que puede afectar a todo tipo de personas. Es un mito que las drogas sean exclusivas de una clase social determinada o de un perfil concreto de persona.
Por otra parte, los nuevos opioides sintéticos siguen acaparando buena parte del mercado y haciendo estragos entre los hombres y mujeres que los consumen. Por ejemplo, el fentanyl, con una potencia superior a la morfina.
La UNODC insiste en que «la drogodependencia es un problema de salud y que si no se trata como tal se refuerza el ciclo de marginación que a menudo afecta a quienes tienen problemas de adicción».
El problema de la drogadicción es uno de los más terribles y mortíferos que los Gobiernos tienen entre manos y que las sociedades sufren desde hace muchos años a escalas preocupantes. Se echan de menos campañas de información y concienciación para que los jóvenes y adultos, hombres y mujeres, sepan a qué se exponen consumiendo sustancias como el cannabis, la heroína, la cocaína o los derivados opiáceos sintéticos.
Los jóvenes españoles están en peligro y las Administraciones deberían atacar el problema sin escatimar medios. Es una obligación de la que no pueden desprenderse y que la sociedad debe demandar urgentemente.