La mujer, centro del universo

20 oct 2016 / 22:57 h - Actualizado: 20 oct 2016 / 22:59 h.
"Sociedad"

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El Secretario General de la Organización de Naciones Unidas dijo en su momento: «Los países en los que más igualdad de género experimentan un mayor crecimiento económico. Las empresas que cuentan con más líderes mujeres logran mejores rendimientos. Los acuerdos de paz que incluyen a las mujeres son más duraderos. Los parlamentos en los que hay más mujeres aprueban más leyes sobre cuestiones sociales clave como la salud, la educación , la lucha contra la discriminación y la manutención de los niños. Las pruebas no dejan lugar a dudas: la igualdad de la mujer supone progresos para todos».

Y todo esto es verdad aunque no solo por estas razones las mujeres deben ocupar un lugar de privilegio en las sociedades actuales.

El gran progreso que se produciría al lograr una igualdad cierta entre hombres y mujeres, sería el conseguir que la dignidad de las personas fuera algo accesible, posible y extraordinario; y no una especie de horizonte difícilmente alcanzable. Es imposible que la mujer tenga una vida plena como ser humano si sufre trato distinto y menor que el que se le da al hombre. Y, al mismo tiempo, el hombre dejaría de golpear su propia condición al no permitir injusticias cometidas contra las mujeres en los distintos ámbitos sociales, económicos y culturales.

La mujer ha sido, a través de los tiempos, capaz de dar lo mejor de sí misma en el hogar, en la empresa, en comunidades de todo tipo. La mujer ha sufrido todo tipo de atropellos, la vergüenza de ser considerada un ser inferior en todos los sentidos (la corriente naturalista se impuso en su momento y sigue dando coletazos). La mujer sigue siendo relegada a puestos (salvo contadas excepciones) de segunda. Es raro que se les reconozca la labor que realizan a diario multiplicándose para atender las necesidades que se les reclama desde distintos lugares de la realidad. El triunfo de las mujeres siempre quedó a expensas de los hombres, a la sombra de su beneplácito. Un éxito femenino pareció siempre permitido por el hombre.

En el siglo XXI parece una extravagancia que perduren estas diferencias e injusticias. Sin embargo, el mapa de la desigualdad en el planeta es desolador. Y en ese mapa siguen apareciendo países desarrollados que llevan cientos de años queriendo ser algo parecido a la bandera de la libertad. Entre ellos, España. Aquí las mujeres siguen cobrando menos ocupando puestos de trabajo similares a los que ocupan los hombres; aquí las labores del hogar, el cuidado de los hijos y de los mayores, siguen estando en manos de las mujeres y la colaboración de los hombres (aunque evoluciona favorablemente) sigue siendo mínima; aquí el desempleo es mucho mayor en el caso de las mujeres. Sirvan estas anotaciones como ejemplo.

La mujer es un ser humano y, por tanto, es sagrada. Sagrada en el sentido de ser lo que conmociona al resto de las personas, en el sentido de ser una parte del motor que mueve el mundo entero. La mujer ha de ser sagrada por muchas razones y no podemos olvidar ni una sola de ellas. De no ser así continuaremos cometiendo una injusticia absurda.