La anécdota de que se cumple un cuarto de siglo de la llegada a la Alcaldía de Alejandro Rojas Marcos brinda una ocasión simbólica para comparar la Sevilla de entonces y la actual, ver en qué se ha avanzado y qué objetivos de los que se marcaban entonces siguen todavía vigentes. El punto de partida no puede ser otro que la innegable mejora producida, fruto en principio del esfuerzo que se hizo para preparar la ciudad de cara a una Expo para cuya apertura faltaban diez meses. Aquella Sevilla que se asomaba a los años 90 era un caos de tráfico, sufría innegables problemas de seguridad ciudadana y tenía (como el conjunto de la sociedad española) demasiados problemas con la droga, hasta el punto de que esta cuestión fue una de las prioridades que se marcó aquel lejano gobierno local.
Pero si obligado es reconocer lo mucho que se ha avanzado, como no puede ser de otro modo, más llama la atención que en el debate municipal estuvieran presentes asuntos que siguen pendientes tanto tiempo después. Y no son cuestiones como la seguridad ciudadana, en la que se han hecho grandes progresos pero a los ojos de la ciudadanía siempre serán insuficientes, sino que llama la atención que ya se hablara entonces de descentralizar el Ayuntamiento, una promesa que hasta la fecha han hecho todos los alcaldes que han pasado por la Plaza Nueva sin éxito alguno. O el Metro, del que se construyó la primera línea pero nunca más se supo, o la evidencia de que lo que se hizo en el Prado fue una oportunidad perdida. Pero por encima de todo destaca la cuestión del río, para el que los sucesivos gobiernos locales no han logrado articular un proyecto integral que lo conecte con la ciudad, lo que habla mal de la falta de iniciativa y de la incapacidad de cerrar un pacto entre partidos para lo que tendría que ser una cuestión de estado para la ciudad.