Navidad en la trinchera

Si puede ser, gasta unos minutos de tu tiempo en desearme una Feliz Navidad de tu puño y letra. No quiero ‘stickers’ en mi Portal. No me cites por fibra óptica

15 dic 2017 / 16:41 h - Actualizado: 17 dic 2017 / 00:31 h.
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No tengo Whatsapp. Ni quiero, ni debo ni puedo tenerlo. Un día lo abrí, testé unos minutos el artilugio y entendí lo que aquel maldito sistema podía suponer en mi vida. Una nueva cadena, una obligación más. Decidí echarle un pulso. Me ha dicho Curro Romero, y para mí es un referente como autoridad moral, que la vida pasa en un suspiro, que la autopista del paso del tiempo no tiene baches y las horas se desplazan a una velocidad vertiginosa. Como ya le hago frente a las hipotecas que se desean cuando se arranca la vida adulta, no estoy dispuesto a contraer enlace alguno con ese pitido que te avisa en el teléfono móvil de la llegada de un nuevo compromiso. Yo no tengo wasap, y es la única tentación que hasta el momento no ha podido doblegar mi voluntad. Voy ganándole por goleada y ya no temo por el resultado porque lo sé favorable a mis intereses. Permanezco en una trinchera solitaria que aplauden las personas que más me quieren, las que custodian mi salud, mi descanso, mi futuro. Y me siguen recomendando que aguante, que no peque, que si no estoy enganchado al wasap aproveche esta magnífica oportunidad de sentirme libre. Que soy de las pocas personas en el mundo que no lo tiene, pero que mantenga la firmeza para vencer esta pelea, que no caiga en las redes de este sistema que hemos inventado para solucionar en unos segundos los problemas mundanos y tardar una eternidad en decir un te quiero a la cara.

No quiero tus besos ni las marcas que dejan tus labios en la pantalla táctil. Los necesito en la piel. No anhelo tus caricias virtuales porque las deseo en la carne erizada. Dime las palabras de aliento y deseo justo cerca del oído y toma mis manos para entrelazarlas a las tuyas. Yo no quiero que me escribas con un timbre una frase que adelante nuestros abrazos que aprietan los amores.

No me cites por fibra óptica, no me pidas auxilio por ondas, no me recuerdes las noches que te debo –tú y yo solos– a través de la mensajería de una gran compañía telefónica que espía todos mis sentimientos. Dímelo a la cara, aunque luego quieras gritárselo al mundo.

Y, si puede ser, gasta sólo unos minutos de tu tiempo en desearme la Feliz Navidad con tu puño y con tu letra. No quiero stickers en mi portal ni emoticonos en mis montañas. No quiero protectores de pantalla en el río de mi nacimiento ni fundas de piel junto al pozo de la lavandera.

Ya no me llegan felicitaciones de verdad, las que se escriben con la tinta de la sinceridad apretando el deseo contra la tarjeta. Ahora se hace con un solo dedo y con todo el frío del mundo. Tanto, que mi Belén tiene más nieve que hogueras. Ahora todo es más frío. Me niego a darme de alta en Whatsapp.