El sol resplandecía en la iglesia de San Juan. En la puerta ojival, los rayos iluminaban la Inmaculada de Mena que esperaba ansiosa el discurrir de las procesiones en la carrera oficial. Hasta la parroquia matriz se dirigían las dolorosas tras la salida desde sus diferentes templos. La renovación del voto de fe se realizaba a las puertas, donde los hermanos mayores firmaban, de nuevo, el voto de sangre. Puntualmente, a las 18.30 horas, hacía su entrada la Virgen de la Merced que, elegantemente, caminaba en un encuentro tremendamente especial.
Fue el 30 de junio de 1616 cuando los sacerdotes de la hermandad de San Pedro Ad Vincula de Marchena hicieron el voto de la concepción en la forma y las capitulaciones que lo hizo la hermandad de San Pedro de Sevilla, y mandaron que fuesen a dar noticias al arzobispo de Sevilla y que les diera licencia y santa bendición para poder celebrarlo. Así, en una solemne ceremonia litúrgica realizada en septiembre de 1616 se realizó el juramento de sangre en la misma forma que en la misa de la hermandad de San Pedro de Sevilla, pero la diferencia es que en dicha celebración no sólo concurrió y juró el clero, sino el duque y los caballeros de la ciudad.
Ya esa tarde tuvo lugar una gran procesión por las calles de la villa. En ella hicieron su presencia las fuerzas vivas de la ciudad y, al igual que entonces, 400 años después, una docena de hermandades y asociaciones han renovado el voto de sangre en la Procesión Magna, que ha contado con nueve pasos procesionales.
Por la mañana, la pontifical era presidida por el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, junto a la Inmaculada de Zurbarán, y manifestaba el deseo de que la Magna «no sea una celebración meramente de carácter cultural, sino un acontecimiento de gracia» para renovar «la vida cristiana y su compromiso apostólico».
Un compromiso que era renovado por todo un pueblo entregado que seguía atento, tanto en las calles como en la carrera oficial, el discurrir de las diferentes procesiones. Hasta la iglesia llegaban los hermanos mayores para prometer que «profesaremos y defenderemos que la concepción fue pura e inocente».
La Virgen de la Merced y la Virgen del Pilar comenzaban el cortejo oficial sorprendiendo al público que ya las esperaba. Tras ellas, los tamborileros y el simpecado de la hermandad del Rocío, que hacía su salida entre los clásicos cohetes, junto con San Isidro que le iba a la zaga.
La plaza Cardenal Spínola era un murmullo generalizado cantando la Salve a su Virgen de la Palma, que se adentraba a las puertas de la iglesia de San Juan Bautista portando en sus manos dos rosas blancas y acompañada de la Banda Amueci. La misma entrada realizaba la Virgen de los Dolores, elegantemente vestida con una saya de tisú, quien en su recogida en Santa Clara esperaba a La Piedad, la Esperanza Coronada y la Virgen de las Angustias del Cristo de San Pedro.
La tarde comenzaba a refrescar cuando la Piedad reviraba enfilando las primeras sillas de la carrera. Nardos con orquídeas alegrando la tarde donde en todos los lugares ondeaban las banderas marianas.
Y, sin duda, si para alguna hermandad era especial esta tarde era para la Esperanza Coronada, la cual celebraba la coronación canónica hacía justamente 12 años. Revivía momentos únicos con la corona y enseres que le regalaron hace más de una década. De hecho, entraba en San Juan con el himno de la coronación.
La solemnidad de la tarde era para la Virgen de las Lágrimas, que procesionaba con la misma vestimenta que en la mañana del Viernes Santo. Unos claveles rosa pálido la acompañaban en su mágica procesión por la villa ducal que estaba a rebosar de vecinos de la localidad y de toda la comarca.
Las primeras saetas se escuchaban con la Virgen de las Angustias tras hacer la renovación del voto. Sola, sin San Juan, era alabada por los marcheneros que llenaban los aledaños en masa.
La noche se cerraba con la Soledad, única hermandad que recibía una petalada poco antes de la renovación del Voto. Marchena se vuelca con esta dolorosa y el público, en pie, la recibía con ganas tras despedirla en la noche del Sábado Santo en la madrugada de moleeras.
UNA MISA CON PETICIÓN POLÍTICA
La situación política también estuvo presente en la renovación del voto Concepcionista con las palabras del Arzobispo, Juan José Asenjo, quien durante la misa conmemorativa del aniversario del juramento de sangre pidió a los partidos que «busquen con sinceridad y generosidad el bien común, por encima de intereses partidistas o personales». Solicitó a la Virgen que mirara por «España en esta hora difícil y crucial en la que no se adivina horizonte claro en lontananza».