Bus-VAO: una bonita idea para ‘deslegañarse’ en compañía

En la experiencia piloto de este carril por el acceso desde A-49 ganó la picaresca

20 sep 2017 / 09:58 h - Actualizado: 20 sep 2017 / 22:54 h.
"Tráfico"
  • Primer día de aplicación del carril BUS-VAO que une el Aljarafe con Sevilla. / Jesús Barrera
    Primer día de aplicación del carril BUS-VAO que une el Aljarafe con Sevilla. / Jesús Barrera
  • Primer día de aplicación del carril BUS-VAO que une el Aljarafe con Sevilla. / Jesús Barrera
    Primer día de aplicación del carril BUS-VAO que une el Aljarafe con Sevilla. / Jesús Barrera
  • Primer día de aplicación del carril BUS-VAO que une el Aljarafe con Sevilla. / Jesús Barrera
    Primer día de aplicación del carril BUS-VAO que une el Aljarafe con Sevilla. / Jesús Barrera
  • Primer día de aplicación del carril BUS-VAO que une el Aljarafe con Sevilla. / Jesús Barrera
    Primer día de aplicación del carril BUS-VAO que une el Aljarafe con Sevilla. / Jesús Barrera
  • Primer día de aplicación del carril BUS-VAO que une el Aljarafe con Sevilla. / Jesús Barrera
    Primer día de aplicación del carril BUS-VAO que une el Aljarafe con Sevilla. / Jesús Barrera

No son ni las 8 de la mañana y servidor ya ha fichado en el tajo. Y para solaz de mandamases, antes de lo habitual. Un gol que se anota el ya hiperfamoso carril Bus-VAO en pruebas. Eso sí, hay que puntualizar: el adelanto horario de entrada al curro no la propició la fluidez circulatoria del experimento, sino que uno, previsor ante el ensayo, se apresuró a salir de casa antes de lo habitual. Ya dicen que al que madruga, Dios lo ayuda. Y al atasco burla, o por lo menos, casi medio esquiva.


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Entrando en harina, pongámonos en situación. Si usted conoce los últimos kilómetros del acceso a Sevilla desde la A-49, sabrá que hablamos de tres carriles de autovía. Imagínese que una mañana –la de este miércoles y jueves–, uno de ellos está literalmente vallado por conos, reservado para buses de transporte público –los menos– y vehículos supuestamente ocupados por dos o más personas. El supuestamente no es, ni mucho menos, una postilla baladí: en esta primera experiencia piloto eran mayoría absoluta los vehículos ocupados únicamente por su conductor –con honradas excepciones– los que se colaron en el exclusivo carril.

Calcúlese a ese Manolito de la vida, él solo a lomos de su flamante Seat Ibiza negro metalizado, encontrándose, de repente, con un carril expedito a su izquierda, todo enterito para él y su rufianería. Los ojos le hacían chiribitas al andoba, relamiéndose de gusto por poder acelerar en la matinal de un día entre semana, y en la radio, a toda pastilla, un Nací en el Mediterráneo, para mayor recochineo. La picaresca latina, ya se sabe. Para más inri, sin multa que le baje los humos, ya que la DGT había anunciado que no se llegaría a ese punto. Bien sabía el sevillano Gregorio Serrano, a la sazón director de Tráfico, cómo se las gastan en su tierra: habría que talar un bosque de inocentes eucaliptos para tantísimo boletín de denuncia.

Servidor se comió los primeros compases del atasco. Sin remisión, por intentar ser un ciudadano ejemplar –y porque, no se engañen, tenía el encargo de contarlo a modo de crónica–. El caso es que la circulación se puso imposible conforme avanzaba la mañana, según testimonios que daminificados reportan con febrilidad. El colapso en la A-49, fruto del invento –en pruebas este miércoles y jueves, desde el viernes ya no estará– se produjo más temprano que de costumbre, desde las 7.00; y más largo y exasperante a la hora de siempre –entre las 7.45 y las 9.00–. Si generalmente la fila de coches parados llega hasta el puente que enlaza Gines y Bormujos, en este miércoles con cara de lunes, a eso de las 7.15, la hilera de vehículos al ralentí parecía no tener fin en el horizonte que tiene por destino Huelva.

Más allá de las colas, los cláxones desatados y los listillos infiltrados, el auténtico carajal estaba a la altura del del hotel Vértice Aljarafe, donde se especificaba el inicio real del espacio de ocupación reservada. De tres carriles se pasaba a dos, provocándose el tan temido efecto embudo, entre terribles síntomas de incomprensión. Conductores, aún legañosos, que intentaban meterse en el carril central, por apurar hasta el final el avance por el izquierdo –el reservado para Bus-VAO–; otros, aún más cabreados que los anteriores, negados a darles paso; motos danzando entre los coches y para colmo, furgonetitas de estas que siempre se cuentan por miles a primerísima hora del alba, dudando de si colarse —por creerse con más derecho– o si dejar pasar la oportunidad histórica de delinquir sin reprimenda. El repóker llegó cuando, como si no hubiera bastante, algunos de estos coches empezaron a chocarse entre ellos. Nada importante que no arregle un parte amistoso, pero hombre, seamos razonables, que no esa la idea.

Superado el trauma del atasco, toca hacer balance. Y como ya se sabe, nunca llueve a gusto de todos: para quiénes se desplazan acompañados, estamos ante una maravillosa idea que alegra las mañanas. Igual pensarán los usuarios de transporte público. El problema estriba en que estos últimos son pocos, aunque si el invento prospera, brotarán como las setas. Principalmente porque la cosa se le complicaría mucho más –por si ya no hay atasco suficiente un día normal– para los volantes solitarios, a los que el invento les parecerá poco menos que una jodienda con todas sus letras.

En esta tesitura, y ante la posibilidad de que el Bus-VAO se instale de golpe en nuestras vidas, no queda sino clamar por adyacentes mejoras en asuntos de movilidad. Renovación del scalextric de la Pañoleta –ya previsto– y mayor información al conductor. Eso sí, que no se me olvide, mano dura con los advenedizos que se saltan la norma, que ya está bien que al resto se les quede cara de tontos. Y lo más importante, mejora ostensible del transporte público, en todas sus vertientes: calidad y cantidad. Un ejemplo patente y palmario, de quién aquí escribe, que un domingo a la hora de la siesta tarda 20 minutos en llegar al trabajo desde casa y que emplea 50 un día laborable. Si apostara por ir en bus o cercanías, hablamos de unas dos horas, en el mejor de los casos y según indica ese calculador tan infalible que es Google Maps, con lo que esta opción, sin mayor excusa, queda descartada. No extraña que esta misma situación sea compartida por otros muchos ciudadanos.

Pero sin ánimo de adelantar acontecimientos, la realidad es que queda por ver cómo resulta la segunda experiencia del carril reservado, que tendrá lugar este jueves. Eso sí, nadie podrá ya evitar que está marcada de inicio por la experiencia de la jornada inaugural. Y ojo porque más de uno se lleva a la abuela al tajo...