El grupo científico que lidera Agustín Rodríguez González-Elipe en el Instituto de Ciencia de Materiales, sito en el Parque Científico Tecnológico Cartuja, cuenta entre sus principales investigadores con la ganadora del Premio Extraordinario de Doctorado en la Hispalense, del Premio de la Real Academia Sevillana de Ciencias, y del Premio Joven a la Cultura Científica, dotado con 5.000 euros y concedido por el Ayuntamiento de Sevilla. Pocas personas podían avizorar, cuando el alcalde, Juan Espadas, le entregó el galardón el pasado 17 de noviembre, que quien ostenta ese curriculum, Ana Isabel Borrás Martos, es madre de tres hijos.
En vísperas del Día de la Mujer Trabajadora, sale a la palestra del ‘Son y están’ esta sevillana de 35 años que añora jugar al voleibol y recuerda la frecuente visita a la Expo’92 como su verano iniciático y la mejor de sus vacaciones infantiles. Es la mayor de los tres hijos en una familia de padre aparejador y madre auxiliar de clínica. Siempre ha residido en el centro. De niña, junto a Plaza Nueva, y ha establecido su hogar cerca de San Lorenzo. Su vida es de ciencia al cuadrado, pues está casada con Ángel Barranco, otro notable investigador en el Instituto de Ciencia de Materiales. Tienen tres hijos, de 5 años, 3 años, y 16 meses, respectivamente. Natalidad inusual en la raquítica demografía de un país que dificulta la conciliación laboral y familiar, y en el que la precariedad en el empleo y el pesimismo también condicionan a muchos hombres y mujeres de la edad de Ana Isabel Borrás a no decidirse a tener un hijo hasta que deshojan la margarita cerca de cumplir 40 años.
¿Dedicarse intensamente a la ciencia y ser madre con 30 años es un acto de valentía?
Arriesgué. No tenía un porvenir laboral seguro, cuando retorné desde Suiza iba a trabajar en Sevilla con un contrato vinculado a un proyecto industrial que podía durar solo uno o dos años. En diciembre de 2010 nació Laura, mi primera hija, muy pocos días después de hacer el examen de oposición a una plaza de científico titular. Estaba a cuatro días de salir de cuentas, en los corrillos del examen me llamaban ‘la bebé’, porque era de los aspirantes más jóvenes y apenas podía moverme. Y gané la plaza. Y coincidió en el tiempo con la concesión de un contrato del programa Ramón y Cajal, la modalidad más importante del CSIC para reincorporar investigadores a proyectos de excelencia.
¿Cómo compagina la competitiva ciencia ‘on line’ de hoy con los biberones?
Hacer ciencia requiere muchísima dedicación. El número de horas está muy por encima de las 40 horas semanales estipuladas para los profesionales con rango de funcionario. Tener niños e intentar mantener la misma productividad científica te obliga a ponerte delante del ordenador a las seis de la mañana antes de preparar biberones. Pero las mujeres que tienen mucha más valentía que yo son las que reducen su jornada laboral e incluso dejan el empleo. Porque el retorno pleno a la vida laboral no está normalizado. Para ser madre trabajadora de familia numerosa, hay que estar convencida de que lo haces porque merece la pena. Y yo, en ese modo de vida, tengo una ventaja enorme: mi marido y yo disponemos de flexibilidad horaria.
¿Flexibilidad equivale a menos exigencia?
Tengo la suerte de que en mi entorno de compañeros no son ni hiperprotectores ni machistas. Soy la única científica titular del grupo y soy equivalente a cualquiera de ellos. Sí se ha procurado, en mis cinco años de maternidad más intensa, que las reuniones no comenzaran a las ocho de la mañana ni acabaran a las ocho de la tarde. Y no me han relegado a un segundo plano porque no pueda estar dos meses en el extranjero, a cambio ven a qué nivel trabajo desde Sevilla. Es importante generalizar, a todos los niveles, los criterios que ya se aplican en convocatorias científicas europeas y españolas. Siempre se compite con curriculum, y ahí ya se tiene en cuenta la maternidad. Te compensan el tiempo de maternidad porque se es consciente de que, por ejemplo, te hace bajar la cantidad de artículos de investigación que publicas.
¿La crianza de los hijos le está impidiendo participar en convenciones internacionales?
Estuve la semana pasada en Varsovia (Polonia) para tomar parte en el inicio de un proyecto internacional entre instituciones y empresas de Europa y Canadá, tan potentes como Airbus y Pratt and Whitney. Lo coordina un grupo polaco y también ha sido elegido el Instituto de Ciencia de Materiales. Es la primera vez desde el año 2013 que he logrado salir varios días, eso para mí hoy en día es una odisea. Teniendo niños pequeños, y por mucho que se desdobla Ángel, es casi imposible participar en convenciones de ese tipo, toda la labor de cooperación y coordinación la has de hacer a través de internet. Tienes que estar al mismo nivel que otras personas con libertad de movimientos. Estoy muy satisfecha del resultado del encuentro en Varsovia. Es un ejemplo de cómo, al cabo de los años, tiene repercusión aquello que investigas y parece que es baldío. Las investigaciones sobre las capas de nanocables que sirven para repeler el agua han ido también siendo aplicadas a la fabricación de materiales con propiedades que retrasen la congelación. En este caso, para las alas de los aviones, con el fin de que tarde más en formarse una capa de hielo sobre ellas, y además aguanten mejor la incidencia del hielo. Me hace mucha ilusión haber sido tenida en cuenta para afrontar un reto tecnológico e industrial que interesa a la aviación en el mundo entero. Y seguro que aprenderemos mucho investigando para fabricar esos materiales.
¿Qué sintió en su fuero interno cuando recibió el premio en el Ayuntamiento?
Llegué al acto casi sin dormir, los días precedentes fueron los de los atentados terroristas en París, estaba impactada y pegada al televisor a la vez que tenía que culminar la noche previa la tramitación de una convocatoria de proyectos europeos para subirla a la plataforma digital antes de que acabara el plazo. Y sentí en el Ayuntamiento una doble alegría, pues estábamos celebrando la investigación y la cultura. Nosotros somos libres y podemos hacer eso. Invertir en la búsqueda de conocimientos, leer libros, ir al cine, ver en internet sin restricciones cualquier web,... El conocimiento te hace libre y te aleja de la barbarie.
¿Se valora en Sevilla un premio al mejor científico igual que sucede si es al mejor actor, al mejor torero, al mejor deportista,...?
Aún no. Percibo que mucha gente critica el dinero que se destina a investigación porque piensa que eso es tirarlo, que no sirve para nada. Con los apuros que mucha gente tiene con la crisis, así ven el tema. Hace unos días, incluso con unos amigos, cuando se habló de las ondas gravitacionales, me decían: “Y eso, ¿a mí para qué me sirve mañana?” Sí noto en Sevilla que ya se valora como normal y nada extraño que haya sevillanos cuya profesión es la ciencia. Lo que a toda la población le suena es lo de la fuga de cerebros. Y te dicen: “si estas aquí es que no eres un cerebro fugado...”. Lo que sí ha logrado la concesión del premio del Ayuntamiento de Sevilla, por haber salido fotografiada en los periódicos, es que en el barrio me saluda más gente por la calle porque me han reconocido al verme en las fotos. Y muchos padres de alumnos del colegio al que llevo a mis hijos me han contado que se quedaron impactados al ver la noticia, porque no sabían que me dedicara a la ciencia, ni podían imaginárselo siquiera al verme de acá para allá con los niños y sus bártulos. Hay que tomarse en serio ensanchar la identidad de Sevilla como ciudad cosmopolita, como ciudad de innovación. Pero que no sea solo ponerse una etiqueta.
En su adolescencia, ¿qué la impulsó a la investigación científica?
Tanto en el Colegio San Isidoro como en el Instituto de Secundaria Triana se me daban muy bien las asignaturas de ciencia. Empecé a darme cuenta que me gustaban más las cosas que me suponían un esfuerzo mayor. Descubrí que el esfuerzo es un aliciente y no una barrera. Y también fue importante, para decidirme a hacer la carrera de Física, el impulso de Antonio Prados, mi profesor de Física durante la etapa en el instituto, fallecido pocos años después. Le ponía tanta pasión a su labor docente que de mi promoción cuatro estudiantes se inscribieron en dicha carrera. Es muy dura pero en ningún momento me dije: “Hay que ver dónde me he metido”. Y muchos compañeros no pasaron del segundo año de carrera. Yo la saqué teniendo a la vez que trabajar para mantenerme, por eso daba muchísimas clases particulares. Me cruzaba Sevilla todos los días en las líneas de Tussam de un lado para otro, y yo iba estudiando en el autobús.
¿Qué le indujo a especializarse en materiales?
Fue de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. En la Facultad de Física tenía de nexo al profesor José Cotrino, del Instituto de Ciencia de Materiales. Especialista en plasma, fue mi codirector de tesis. Además, logré una beca para iniciarme en la investigación trabajando unos meses con la empresa óptica Indo. Y después estuve dos meses en Poitiers (Francia) en una estancia de investigación sobre propiedades ópticas de materiales.
Muchos jóvenes optan por no dedicarse a la investigación y buscan rápidamente un acomodo laboral que no va ligado a la producción científica.
Yo también estuve dudando, en mi último año de tesis, y barajaba la opción de prepararme oposiciones para profesora de Enseñanza Secundaria. El espaldarazo lo tuve en mi estancia de dos meses en Thun (Suiza) en los laboratorios federales suizos especializados en materiales. Estuve haciendo medidas de rugosidad superficiales en un microscopio de fuerzas atómicas que no usaban mucho. Y, cuando terminé, me dijo el jefe de su grupo de investigación: “Cuando termines la tesis dentro de un año tienes aquí un contrato de posdoctorado. En dos meses has medido más muestras que todo el grupo de investigación desde que tenemos ese aparato”. Fue un gran espaldarazo para mí. Y, poco tiempo después de haber regresado a Sevilla, me escribió por ‘email’: “Te había dicho dentro de un año, pero si terminas en seis meses, mejor todavía”. Y aceleré al máximo la tesis con la ilusión de verle continuidad al esfuerzo. Los dos años y medio en Suiza fueron muy importantes para encarrilar mi carrera científica.
¿Percibe que otros jóvenes son desanimados por su propio entorno familiar?
Eso ocurre en ambientes que no entienden la dinámica de la vida científica. En la que hay que estar preparado para ser continuamente objeto de crítica y análisis. Estamos continuamente bajo examen. Todo lo que investigamos es público, se envía a tres o cuatro expertos independientes y ellos analizan y critican tu trabajo. Hay personas que no tienen la capacidad de asimilar que te enmienden la validez o calidad de lo que planteas.
Defina en pocas palabras qué aporta la investigación de su tesis.
Mi tesis tenía dos partes. Una era cómo hacer láminas antirreflectantes mediante una metodología industrial a gran escala y de forma barata. Un ejemplo claro, que todo el mundo conoce, de para qué sirve eso: recuerden cuando las gafas empezaron a ser realmente transparentes, que ya se veía el ojo al otro lado del cristal, y no solamente el reflejo de la luz. Y la segunda parte se centró en cómo fabricar, mediante técnicas de vacío y plasma, nanocables para superficies que repelieran el agua.
¿En qué consiste HYBR1D, en el que trabaja como investigadora principal?
Fue elegido en la convocatoria del Plan Nacional de I+D y consiste en nuevas nanoestructuras 1D (one-dimensional) híbridas multifuncionales para el desarrollo de nanosistemas autoalimentados. Es decir, que no necesiten batería o fuente externa de alimentación sino que sean capaces de funcionar aprovechando las fuentes de energía en el entorno: energía solar y conversión de energía mecánica (piezoelectricidad). Está ligado a mi especialidad: fabricación de nanomateriales en forma de nanohilos, nanotubos y nanocables. Uno de los dispositivos principales son las celdas solares. Otros son nanomateriales para separar líquidos. Por ejemplo, capaces de repeler el agua y dejar pasar alcoholes o aceites. Materiales que harían como filtro: dejarían fuera el agua limpia y pasaría el contaminante.
¿Cómo ha asumido el paso de ser pupila a ser jefa?
Me cuesta imponerme. He dirigido tesis a investigadores que tenían mi edad. Lo que más me gusta, a la hora de dirigir a otros, es la motivación extra que me reporta ver que están contentos porque han adquirido una formación que les abre puertas. Ya he dirigido cuatro tesis, y los cuatro han querido continuar en la carrera investigadora: en España, Irlanda, Suiza y Marruecos.
¿La comunidad científica sevillana está con el alma en vilo por el riesgo de perder a Abengoa como el gran inversor en investigaciones de alto nivel?
Si Abengoa quiebra o queda muy menguada, es un cataclismo. Uno de tantos ejemplos: En mi equipo hay una investigadora gracias a un contrato de cuatro años con Abengoa que termina a final de 2016. Uno de los proyectos que realicé cuando alcancé la plaza de científico titular fue con Abengoa Research: hacer nanohilos de silicio para baterías y celdas solares. Un ejemplo de sinergia: gracias a explorar esa vía de investigación, Abengoa consiguió un proyecto europeo más grande. Tenemos desde 2012 firmado un acuerdo con Abengoa, somos grupo de referencia en su ámbito de investigación, se han hecho proyectos de fabricación de materiales para reflectores, sensores para las fugas de aceite en tubos y otros que están sometidos a confidencialidad.
¿Tienen acuerdos con otras grandes empresas?
Sí, por ejemplo con otra gran empresa andaluza: Cosentino. Y con Repsol, Arquimea, Multitel (gran multinacional belga),.... Estamos iniciando una colaboración muy intensa con Bosch and Siemens Home Appliance, tiene en Zaragoza una base de I+D muy importante.
A la opinión pública solo le suena el grafeno como nanomaterial que va a cambiar el mundo.
Eso se cree por desconocimiento. Hay otros muchos, con los que también trabajo, mis preferidos son: óxido de titanio, óxido de zinc y los metales (la plata sobre todo). Y moléculas orgánicas electroluminiscentes que se aplican en electrónica y optoelectrónica. Combinando todos ellos dentro del mismo elemento, de forma que añadan distintas funciones. Nosotros estamos usando el grafeno como un electrodo, es un conductor. Pero en ese dispositivo el material activo importante no es el grafeno, sino el óxido de zinc, que es un material luminiscente, puedes usarlo como sensor y como semiconductor en una celda solar. Cada año hay miles de publicaciones con avances sobre el óxido de zinc.
Cambian los materiales, pero lo que no cambia en España es el ‘modelo productivo’.
En el 2009, Cristina Garmendia era ministra de Ciencia, en el Gobierno presidido por Zapatero, y visitó el EMPA de Suiza para conocer el sistema científico suizo y qué podía aplicarse en el español. Se organizó un encuentro en el que quienes disertaron éramos todos españoles que allí investigábamos. Lo hicimos en inglés. Después, ya en español, hablé con la ministra y me dijo, muy ilusionada, que la solución a la crisis de la economía española era sustituir el modelo del ladrillo por el de la inversión en I+D, y que lo iban a hacer. Pocos meses después, el Gobierno recortó muchísimo los presupuestos del CSIC.
¿La fuga de cerebros eclipsa la labor de quienes hacen ciencia en España?
Me perturba mucho el estado de opinión que se ha creado en España dando por hecho que todos los buenos científicos españoles están en el extranjero y no tienen más remedio que buscarse la vida en otros países. Y dando por hecho que, en ese contexto, los que trabajan en España son de peor nivel, y endogámicos, y no trabajan bien... Esa generalización y ese desconocimiento son muy peligrosos porque crean el caldo de cultivo para la desinversión en ciencia en España y para desprestigiar la ciencia que se hace en España. Yo soy un ejemplo de cómo es posible retornar y aplicar ese desarrollo de tu formación tras la imprescindible etapa fuera para crecer profesionalmente. Me arriesgué y lo conseguí. Tuve suerte, porque es verdad que en los últimos años son muy pocos los ejemplos de reincorporación.
¿En Sevilla puede investigar como si estuviera en Suiza?
El CSIC, como gran organismo de la ciencia en España, fuera de nuestro país es una institución considerada de prestigio y competitiva. Cuando te presentas a convocatorias internacionales, hacerlo desde un centro científico del CSIC es un punto a favor. Tenemos muchos motivos para quejarnos sobre la situación de la ciencia en España y por qué el país no cambia de modelo productivo mediante la investigación. Pero en Cartuja dispongo prácticamente del mismo tipo de equipamiento en tecnología y aparatos que en mi etapa en el EMPA de Suiza. Y tengo colegas microscopistas de la Universidad de Cambridge que tienen envidia de los microscopios existentes en el Citius, el centro de innovación y servicios tecnológicos de la Universidad de Sevilla (Campus Reina Mercedes).
España es el país europeo en el que los trabajadores están de promedio más horas en la oficina. ¿Sucede también si se comparan con los científicos de otros países?
En la comunidad científica española está totalmente extendido que los artículos de investigación, los ‘papers’ en el argot, se escriben en casa y a deshoras. Muchos científicos extranjeros que conozco pueden centrarse solo en tareas de investigación, mientras que en España hemos de dedicar bastante tiempo a trámites administrativos. Cuando hacía mi posdoctorado en Thun (Suiza), muchas veces yo era la que abría el laboratorio y quien lo cerraba. Todos los investigadores suizos y centroeuropeos que había allí no tenían el agobio que yo sentía de hacer para mi tesis cuantos más experimentos mejor. No sé si son más productivos en menos horas, nosotros estamos más acostumbrados a dedicar mucho tiempo.
Como ciudadana, ¿qué recomienda mejorar en Sevilla?
A alguien le parecerá cosa menor, pero pongo el énfasis en la seguridad vial para los peatones. Prefiero ir con mis hijos andando por las calles que coger el coche, pero qué difícil resulta. Es jugarte la vida. Faltan aceras, faltan peatonalizaciones y falta conciencia cívica de respeto a quien transita andando. Cuando yo era niña, llevaba a mis hermanos de la mano y me cruzaba buena parte de la ciudad. Hoy no se ven niños solos por las calles. Yo misma sería incapaz de dejar que fueron solos al colegio.