Nunca es tarde si la dicha es buena. Al menos eso pensarán los familiares de los artífices del Canal de los Presos, víctimas de la barbarie y la sinrazón que fue la dictadura franquista. Al fin, los vecinos de Torreblanca tienen lo que llevan pidiendo desde hace ya muchos años: un monolito que recordara a esos presos que hoy ponen nombre a un canal que quiso ahogar bajo sus aguas la libertad de sus ideas y que es símbolo de un barrio y su lucha y superación. Tanto era el nerviosismo y la emoción del momento que a no pocas personas se les escapó alguna que otra lágrima, fruto del recuerdo de algún ser querido que se dejó la vida construyendo lo que los historiadores han venido a designar como el botín de los terratenientes.

Francisca, Antonio, María, Encarnación... son algunos de los nombres de las personas que perdieron a un familiar como consecuencia de los estragos del arduo trabajo al que eran sometidos los presos políticos allí destinados. He aquí la paradoja de esta historia tan dolorosa como entrañable. Esos muertos que dieron su vida por el Canal del bajo Guadalquivir son los mismos que también dieron su vida para que hoy exista Torreblanca de los Caños, un barrio que se forjó al calor de la represión franquista.

El monolito no es nada del otro mundo. «Nos gustaría que fuera mucho más grande, para que nadie olvide nunca lo que aquí ocurrió», ironizó una vecina que se envalentonó ante el micrófono. El alcalde, Juan Espadas, estuvo en un discreto segundo plano. «Esto no deja de ser un recuerdo sencillo de gente humilde que refleja algo muy grande: el corazón y sacrificio de miles de personas que fueron presas durante el franquismo», resaltó el regidor, rodeado de algunas familiares de estas víctimas.

Y es que estos familiares, vecinos de Torreblanca, son los protagonistas de que hoy una placa homenajee a estos presos políticos, más allá de la señalización que colocó la Junta de Andalucía en enero de 2015 señalando el Canal de los Presos como un lugar de la Memoria Histórica.

Corría el año 2011 cuando diversas entidades vecinales de Torreblanca solicitaron al Ayuntamiento, entonces liderado por el popular Juan Ignacio Zoido, que se instalara un monolito que sirviera de homenaje a las víctimas del Canal de los Presos. Sin embargo, la iniciativa, que se aprobó por unanimidad en el pleno de la Junta Municipal de Distrito, nunca llegó a ver la luz. Esto provocó que se creara una comisión en la que participaron los partidos políticos, pero eran los vecinos quienes llevaban la voz cantante. En esas andaba Antonio Guisado, que por fin ve un sueño cumplido.

«Por fin, después de muchos años, hemos conseguido este reconocimiento. Es un poco tardío, pero tenemos que dar las gracias», explicó Guisado antes de que Francisca Gallardo descorriera la cortina. Roja, como no podía ser de otra manera. «Para hacérselo [el homenaje] es muy bonito, pero después te vienen malos recuerdos», contaba Francisca, cuya voz quebrada por la memoria de tantos años de sufrimiento.

«Este canal lleva mucha historia y muchos muertos», decía María al público allí congregado mientras miraba emocionada al resto de familiares, que sostenían las lágrimas al tiempo que agarraban con fuerza un clavel rojo entre sus manos. «Esto sirve para que el día de mañana, alguien llegue y pregunte qué es esto y se lo contemos, para que siempre recordemos la historia de estas personas», añadió.

Porque, al final, todo queda en el recuerdo. El recuerdo de quienes vivían con el miedo y de los que malvivían en cárceles y campos de trabajo como el del Canal de los Presos. El recuerdo de aquellos niños y niñas que veían la miseria y el dolor que les rodeaban y hoy son los abuelos de los torreblanqueños, esos que soñaban con un futuro de libertad. Porque, al fin y al cabo, «Recordar es vivir y mantener vivos los sueños».