Una experiencia imperecedera

Salir de rey mago y hacerlo en tu propia ciudad es, qué duda cabe, una de las experiencias que se disfrutan una vez en la vida y que en cambio se recuerdan toda ella

04 ene 2017 / 22:58 h - Actualizado: 05 ene 2017 / 13:35 h.
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  • Una instantánea de la Cabalgata de Reyes del año 1985. / El Correo
    Una instantánea de la Cabalgata de Reyes del año 1985. / El Correo

Jesús Bravo Ferrer –que hizo las veces de Melchor–, José María Izquierdo Martínez –Gaspar– y Antoñito, el por entonces botones del Salón Lloréns –Baltasar– fueron los pioneros allá por enero del año 1918. Y tras ellos, casi tres centenares de personalidades de la ciudad han sentido y vivido el privilegio de subirse al trono y repartir sueños e ilusión a todos los habitantes de Sevilla.

Pocos, o muy pocos, se han resistido a experimentar unas sensaciones únicas, por mucho que la profesión o el cargo que desempeñen lleve aparejadas emociones extremas. Futbolistas, toreros, artistas, políticos, médicos, arquitectos, cofrades, empresarios de todos los sectores... han desfilado encima de las carrozas de un evento que no tiene parangón.

Y todos, sin excepción, quedan prendados de la experiencia, que guardan como un tesoro en sus corazones. De ello dan testimonio los cuatro reyes magos que figuran en estas páginas. Todos coinciden en que formar parte del cortejo de la Cabalgata es especial e irrepetible.


JOSÉ MANUEL SOTO / BALTASAR EN 1991

«Una sensación maravillosa, es casi como si estuvieras dominando la ciudad»

Hace ya nada menos que 26 años que José Manuel Soto ejerció como Baltasar; él mismo es consciente del paso del tiempo: «Acababa de nacer mi primer hijo, Marco, en diciembre de 1990. En esos años estaba, digamos, de moda, pues mi carrera había arrancado en 1985. Era muy joven, tenía 30 años, el más joven de los tres, y muy popular».

Una juventud que le hizo vivir el momento con verdadero entusiasmo: «Me hizo muchísima ilusión, fue una vivencia muy fuerte», evoca, si bien tiene una espinita clavada: «Con el tiempo he pensado que si me hubiera llegado más tarde, mis hijos habrían podido disfrutarlo». En todo caso, salir de rey mago le pareció «algo muy especial, muy sevillano, muy personal y muy emotivo», señala.

Soto recuerda la relación con las otras majestades: «A Vicente [Flores, entonces presidente del Náutico] no lo conocía, pero a Manolo [Prado y Colón de Carvajal], sí. Fue uno de los artífices de que la Expo viniera a Sevilla. Recuerdo que él tenía una barba blanca muy elegante y quisieron ponerle una postiza, pero no se dejó». Y añade otra anécdota: «Tenía un solo brazo porque perdió el otro en un accidente y se las apañó con una palita, tiraba más caramelos que nosotros».

Una de las cosas que recuerda más el cantante es «el ambientazo alrededor de mi carroza. Iban de beduinos un montón de amigos, primos y mucha gente joven. No sé por qué, pero siempre la carroza de Baltasar era la que más ambiente llevaba. Imagino que como antes apenas había negros, era el más exótico y el más querido por los niños», razona.

El artista insiste en lo increíble de la experiencia: «Cuando llegabas a espacios abiertos, como la Campana o el Altozano, era una barbaridad de gente que te aclamaba y te pedía caramelos. Una sensación maravillosa, es casi como si estuvieras dominando la ciudad. Al fin y al cabo es como reinar por un día», puntualiza.

Al ser el año previo a la celebración de la Expo, una de las carrozas más vitoreadas fue la de Curro, la mascota. Si bien Soto ya ni se acuerda: «De la Cabalgata no vi nada porque iba el último», bromea antes de rememorar que iba «todo el día estresado porque se terminaban los caramelos y había que rellenar».

Por último, recuerda con cariño «la parte emotiva de la visita al hospital, es algo que te marca mucho».


CÉSAR CADAVAL / BALTASAR EN 1995

«Toda Sevilla ilusionada en verte, te sientes la persona más importante del mundo»

Cuatro años después que a Soto le tocó encarnar al rey Baltasar a otro artista: César Cadaval. Y el humorista lo vivió, como es natural, con la misma ilusión que el cantante: «Fue una experiencia maravillosa, lo recuerdo como uno de los sueños más bonitos que puede vivir un sevillano», explica el mayor de Los Morancos, que añade: «Toda Sevilla ilusionada en verte, te sientes la persona más importante del mundo. Ves la alegría encarnada no sólo en los niños, sino también en los abuelos y hasta en los padres».

Una sensación inenarrable que le lleva a dibujar una hipérbole: «Es un privilegio que me llevaré para el otro mundo».

Ese año 1995 Cadaval coincidió con Eustasio Cobreros (Melchor) y Paco Baena Bocanegra (Gaspar): «No nos conocíamos de nada, pero a raíz de aquello hicimos una gran amistad. Teníamos la broma de que yo les decía que los negros son negros y hay que respetarlos, que no se pasaran con el negro», recuerda César, que guarda momentos como «el paso por la Macarena a la misma altura que Ella». Y, sobre todo, «el momento cuando terminó la Cabalgata y fuimos a ver a los niños al hospital. Es como pasar de la ilusión a la realidad. Me acuerdo de un niño solo al que nadie iba a verlo, fue entrañable».

Aquel 5 de enero no llovió nada, todo lo contrario que le ocurrió a su hermano Jorge, que tomó el testigo como Baltasar en 1996. Ese día cayó un tremendo chaparrón mediada la tarde que obligó a volar al cortejo rumbo a su destino, aquel año en una nave de la Cartuja.


ANTONIO MORERA VALLEJO / GASPAR EN 2006

«Ser rey mago es el culmen porque es uno de los hechos más grandes de la ciudad»

«Una experiencia única, inolvidable». Con esas palabras define su experiencia Antonio Morera Vallejo, que hizo de Gaspar en 2006. Le impactó «observar el deseo de niños y mayores de que algo bueno venga del cielo. Cuando vas encima de la carroza lanzando caramelos esos son los parabienes que esperan. Recuerdo a un doctor que me había operado y estaba ahí clamándole al cielo que le mandara caramelos», evoca.

El editor de El Correo asegura que «ser rey mago es el culmen porque la Cabalgata es uno de los hechos más grandes que ocurren en una ciudad. Además, Sevilla es hermosa y había miles, miles y miles de personas. No puedes descansar ni un instante, recuerdo que a la media hora de empezar tenía ya los brazos hechos polvo de tirar caramelos, pero te vienen fuerzas del universo y multiplican tu capacidad de acción», afirma.

En ese sentido, el empresario recuerda que «repartimos siete toneladas de caramelos. Compramos entre cuatro y cinco mil kilos, el BBVA me dio otros mil y alguien más lo mismo. Creo que fui el que más repartió en la historia de la Cabalgata». Al paso por La Magdalena protagonizó una anécdota con la corona: «La gente me gritaba: ¡que bote, que bote!, era increíble. La corona se desviaba y en dos o tres ocasiones casi se me cae». Y es que el gentío era abrumador:_«En el puente de la Enramadilla, cuando llegamos a la Buhaira, recuerdo que en esa explanada había miles de personas. Y lo mismo en Plaza Nueva, Asunción, Menéndez y Pelayo...».

«Lo pasamos muy bien los tres», dice sobre sus colegas de trono, Luis Miguel Martín Rubio –«un tío increíble»– y José María del Nido, que «estaba esos días muy ocupado» con su Sevilla FC, a punto de enlazar éxito tras éxito.

Antonio Morera tiene grabada a fuego «la visita al hospital. Dios te ilumina con una sobreinteligencia para acodarte de cada caso, que el niño que se llama Pedro ha pedido una bici para su hermano y le dices que se la van a traer». Y acaba con una anécdota del expresidente sevillista: «Recuerdo que Del Nido se acercó a un chaval de 10-12 años con leucemia, que era un aficionado tremendo al Sevilla. El año anterior había sido el centenario de la fundación del club y Del Nido se quitó un reloj de oro que llevaba de esa efeméride y se lo regaló».


CARLOS BOURRELLIER / MELCHOR EN 2009

«La ilusión del momento sólo se puede asemejar a cuando nacen tus hijos»

El que ha sido presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías hasta el pasado verano fue Melchor en 2009 y lo recuerda como «una experiencia única en la vida». A bote pronto, sólo se le ocurre algo comparable, «cuando tuve la suerte, como hermano mayor del Buen Fin, de coronar a la Virgen de la Palma. Creo que es una de las cosas más bonitas que le puede pasar a una persona y de las que más orgulloso se puede sentir».

Más adelante se le ocurre otro símil: «La ilusión con que se viven esos momentos sólo se puede asemejar a cuando nacen tus hijos», dice. Carlos Bourrellier se emocionó aquel 5 de enero: «Yendo por la calle y escuchar a toda Sevilla gritar ¡Melchor, Melchor!, es algo único. Vas en el trono y sólo ves miles de cabecitas, hasta que para la carroza y de repente ves todas esas caras de ilusión», recuerda.

«Es una ilusión enorme, ver a tantos niños solicitando que les tire caramelos Melchor y poder darles a esos niños un poco de esperanza...», añade Bourrellier, que no tiene reparos en admitir que «se te queda una sensación maravillosa, que a uno le gustaría vivir más de una vez en la vida», afirma sin ambages.

Y es que, siendo rey mago «llega un momento en el que estás tan a gusto que realmente sacas las fuerzas necesarias para atender todas esas peticiones».

La Cabalgata de 2009 gozó de un clima agradable pese a la amenaza de lluvia y apenas se registraron percances, si bien «al final pinchó la carroza de Baltasar y estuvo un tiempo parado hasta que le cambiaron la rueda, lo que hizo que se demorara todo y llegáramos tarde al hospital», evoca.

La visita a los niños de Valme fue también inolvidable: «Se me quedó grabado a fuego. Ir por las habitaciones y encontrarte con unos niños que te tienen preparados dibujitos y otras cosas, y el cariño que te demuestran, esa carita que te ponen cuando entras por la puerta...».

Bourrellier es actualmente vicepresidente de la hermandad de los Reyes Magos del Ateneo y tiene entre sus funciones «comentarle a quienes van a salir de reyes las cosas que les van a ir sucediendo los días previos, para que no se lleven ninguna sorpresa». Bueno, alguna sí.